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Denuncia

"Me hice árbitro por vocación educativa y lo dejé, harto de soportar insultos racistas"

Salva Beta, un valenciano del Grao hijo de guineanos y estudiante de Magisterio, denuncia que tuvo que irse del fútbol base porque «el Comité de Árbitros hacía oídos sordos a mis actas», el 80 % de cuyo contenido eran frases como «negro de mierda» o «vete a la selva»

Valenciano hijo de inmigrantes: "Me hice árbitro por vocación y lo dejé, harto de soportar insultos racistas"

Valenciano hijo de inmigrantes: "Me hice árbitro por vocación y lo dejé, harto de soportar insultos racistas"

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Valenciano hijo de inmigrantes: "Me hice árbitro por vocación y lo dejé, harto de soportar insultos racistas" J. M. Bort Obiol | valència

Salva Beta (València, 1994) tenía ganas de hablar. De soltar la rabia que lleva dentro desde que, hace unos años, se dejó el arbitraje en el fútbol base. «Estaba harto de me llamasen ´negro de mierda´. El comité de árbitros pasó de mí y no valía la pena seguir arbitrando. Nunca logré entender por qué ese odio, esa crueldad», explica.

Salva, valenciano del Grao, alegre, bromista y sensible, es técnico superior de Eduación Infantil y actualmente estudiante del grado de Magisterio. Pronto espera poder transmitir a sus alumnos el camino para construir una sociedad basada en el respeto. Ha recibido muchos palos por el hecho de ser un árbitro negro en el fútbol base y ya sabe, mejor que nadie, que la educación es la herramienta más potente que existe. Su calvario duró año y medio. «Lo dejé porque estaba harto de que me insultasen. Sentía asco. No valía la pena», asegura. «Negro de mierda», «puto negro», «negrata» o «vete a la selva» eran expresiones que sonaban como un bucle en su cabeza.

«Encontré mi vocación en la educación y me metí en el arbitraje con los niños. Y, de repente, me doy cuenta de que hay gente que te insulta por ser negro. Me llegaba hasta las entrañas. ¿Se puede entender que, por un lado, estés haciendo de guía a los niños y, por otra, alguien desde la grada te diga ´negro de mierda´?», explica Salva, convertido ahora en espectador habitual en el fútbol de barrio. Su hermano juega en el Juvenil A del Històrics.

El día que Salva conoció al periodista en el campo de Marxalenes, en pleno partido, dejó claro su manual del arbitraje tras una falta muy fea cometida en el medio campo. «Yo ahí hubiese enseñado tarjeta roja. No puedes permitir que se incumplan las normas» explica.

Lo que para cualquier árbitro sería una decisión difícil, para Salva lo era más. «Oyes el insulto y sientes rabia, impotencia, miras a ver quién ha sido o si lo ha escuchado alguien de tu familia. La primera vez no sabes qué hacer, te quedas desconcertado. Y no puedes devolverlo y decirle: ´¿Entonces tú eres un blanco de mierda?´. Te lo llevas a casa y allí intentas digerirlo», explica Salva, hijo de padres guineanos.

Su padre, ingeniero químico, se vino a vivir a València con su madre en los 90. Y aquí nacieron él y sus dos hermanos. «Soc de la terreta (sonríe), un valencià mès. Al carrer no pasa res, el problema está quan te vesteixes d´àrbitre. Algunos t´insulten sin saber per qué, posiblement, sigues més d´ací que ells», manifiesta en un perfecto valenciano. «O que mis abuelos eran más españoles que ellos (Guinea fue colonia española hasta 1968), fíjate que racismo más imbécil. Es una locura. Es un tema etnocentrista. A mí nadie me tiene que integrar, porque he nacido aquí».

Cualquier cántico o acción por parte de la grada o de algún futbolista, está hoy en día bien proyectado en el fútbol profesional. El racismo en el fútbol amateur, sin embargo, sigue siendo invisible. Y Salva señala directamente a quienes podrían evitarlo, «pero no lo hacen». «El problema es que el comité de árbitros pasa de todo esto. En el 80 % de mis actas, yo reflejaba insultos racistas. ¿Te crees que hacían algo? Me he sentido solo. No te dan ninguna pauta, no te asesoran. Tú sales a la selva a que te devoren. ¿Y si te encuentras con algún neonazi?», afirma enfadado. «En el fútbol profesional hay mucha pose. Que se dejen de chorradas».

Los insultos racistas no sólo vienen de la grada. A partir de la categoría juvenil, hay futbolistas que copian esa actitud cruel, miserable.

«Tuve que expulsar a alguno por decirme ´otra vez, puto negro´ después de una falta. ¿Alguien lo puede entender?», insiste Salva con los ojos vidriosos. A estas alturas de la entrevista, un educador como él, técnico en Educación Infantil, esta radiografía de la sociedad le hace mella. Le recuerda que el mundo está por arreglar. «Nunca tuve una respuesta por parte del comité. Pasaban de las actas. Era como si les entrase por un oido y les saliese por otro», agrega.

Preocuparse por la educación

Salva insiste: «¿Por qué te dicen que eres una mierda? A veces, había jugadores de un equipo que eran negros. Estás insultándoles a ellos también. Hemos retrocedido mil años. Te quedas en shock», añade.

«Los árbitros del fútbol base necesitamos ayuda. Es una vergüenza que aún no se haya hecho nada. Arriba se preocupan por el Video Arbitraje (VAR), que si tal? Esas personas que están arriba deberían preocuparse por la educación en el fútbol base, y eso pasa por no dejar al árbitro desamparado. Dadnos herramientas, ayúdennos, que está en juego la educación de los niños y los jóvenes», indica.

«Yo quería pitar. Yo quería educar», apostilla Salva. Lo segundo lo podrá hacer en las aulas. Con la cabeza bien alta y los valores bien estructurados. El fútbol le ha dejado unas cicatrices de las que podrá presumir. Servirán para algo. Seguro.

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