«Somos libres, empezamos de cero, hay cosas que se tienen que hacer desde la oposición y no desde el gobierno». Fue la reflexión de esta semana de la presidenta del PPCV, Isabel Bonig, para justificar su propuesta para revisar las subvenciones a los sindicatos y organizaciones empresariales mayoritarias. Una medida que ha causado un gran revuelo al tocar ayudas blindadas por ley y que afectan a los poderes fácticos del sistema: empresarios, organizaciones sindicales e incluso partidos políticos, estructuras que, usando terminología podemista, podrían calificarse de «casta».

La propuesta a lo 'Robin Hood' (el PP pide que el dinero no sólo beneficie a los grandes, sino que llegue a empresas y sindicatos minoritarios), viene a convertir a la formación que lidera Isabel Bonig en una suerte de partido antisistema con un objetivo claro: poner en complicaciones a Compromís y Podemos, una izquierda que en su día fue muy crítica con la ley de Participación Institucional y que ahora se verá en el brete de tener que enfrentarse a sindicatos afines como Intersindical, que aprietan para no quedar fuera del reparto de la tarta.

La paradoja es que la ley fue aprobada en el tramo final del gobierno de Fabra, del que Bonig formó parte como consellera. «Nos equivocamos, es cierto», admitió esta semana la dirigente popular, a quien no parece afectarle la deriva de sus relaciones con la flor y nata del empresariado valenciano.

En el PP valenciano se admite que Bonig está convencida de lo que está haciendo. De hecho, en círculos reducidos, Bonig no esconde su desprecio hacia los grandes patronos, aquellos que son más activos y forman parte de la agenda mediática y política. «Ya vendrán a nosotros», se le oyó decir desde el escaño de las Corts el miércoles pasado.

El apoyo empresarial a la manifestación alentada por el Consell bipartito y convocada oficialmente por los sindicatos para exigir al Gobierno de Mariano Rajoy una mejor financiación ha agrietado aún más las relaciones con Bonig y muchos son los convencidos de que la ofensiva presupuestaria de los populares es la respuesta del PPCV por haberse puesto detrás de la pancarta. «Están en la kaleborroka parlamentaria y fuera del sistema», comentó el síndic socialista Manolo Mata esta semana.

«No es un arrebato ni una rabieta por la manifestación», aseguran desde la cúpula regional del PPCV que subrayan que llevan un año reuniéndose con sindicatos y patronal para hablar de la revisión de estas subvenciones que forman parte de los presupuestos desde tiempo inmemorial.

Con todo, poco parece afectar al núcleo duro de Bonig que se vea su iniciativa como una venganza. «Es verdad, nos sentimos libres, después de todo lo que hemos pasado, de las lágrimas derramadas, no debemos nada a nadie», comentan desde el núclo duro. Y es que ese nuevo PPCV ha decidido apostar fuerte, aunque «nos equivoquemos».

El objetivo ya lo marcó Bonig en su congreso regional cuando rebautizó al PP como «el partido de los trabajadores». Y no era pura cosmética. El PPCV quiere recupera la clase media, sacarla de la abstención y descartan perder votos porque «tres o cuatro empresarios» salgan perjudicados. Máxime, apuntan, cuando estos actores no tienen precisamente la mejor fama entre la opinión pública. En su relato, los grandes patronos no lo son todo y hay muchos empresarios (sobre todo de Alicante y Castelló) que, sostienen, están encantados con su propuesta. «Tenemos su apoyo, así como de otros sindicatos que no se llaman UGT y CCOO», apunta otra dirigente. Para el PPCV que sea la vicepresidenta Oltra quien tenga que defender al empresariado es un «éxito» ya que evidencia «cómo la ha cambiado pisar moqueta».

Más allá de la estrategia política, la cúpula regional mantiene que después de todo lo ocurrido (casos de corrupción e irregularidades en la gestión de fondos que ha afectado al tridente empresarios, sindicatos y partidos) es necesario una revisión profunda del concepto de subvenciones. «Hay que ir a las cuotas para sostener estas organizaciones», apuntan, al tiempo que defienden que la transparencia debe llegar también a sindicatos y empresarios.

Sin embargo, no todo el mundo en el partido, incluidos cargos de relieve, ve las cosas de la misma manera. «No somos Podemos, somos de partido de derechas», apunta un veterano que cree que la apuesta de Bonig va pasar factura en las urnas. Las voces críticas consideran un suicidio enemistarse con determinados empresarios que son, remarcan, quienes tienen influencia y acceden a los círculos de poder de la Moncloa. Un diputado recordaba que cuando Rajoy estaba en funciones y vivía uno de sus peores momentos visitó en València la fábrica de Air Nostrum. «¿Alguien cree que no habrán llamado al presidente para informarle de que Bonig quiere quitarles 3 millones en subvenciones?», se pregunta.

Otros abren el foco y creen que el problema es que Bonig vive demasiado en las trincheras. No se puede disparar contra todo y pone como ejemplo las críticas a la nueva RTVV. Opinan que Bonig se está quemando demasiado rápido. «Quedan dos años y debería guardarse más, no entrar al trapo de todo». Además, apunta otro diputado, debería centrarse en Cataluña y evitar que Ciudadanos rentabilice el 155, una tendencia que reflejan las encuestas.