«Si no llega a ser por el juez de Sagunt de Violencia sobre la Mujer, una familiar mía estaría muerta. Yo he visto cómo se preocupó en todo momento por ella y de que no tuviera un contacto visual ni físico con su agresor. Así que no me veo para nada identificada con los colectivos que quieren presentar una queja contra él».

En estos términos se expresaba ayer, en declaraciones a Levante-EMV, una mujer que es familiar de una víctima de violencia machista. Lo hizo después de conocer a través de este diario que más de una treintena de entidades feministas han secundado un escrito que en breve presentarán ante el Consejo General del Poder Judicial la Asociación de Mujeres Separadas y Divorciadas para mostrar su malestar por «el trato» que, según afirman, ha dispensado a mujeres «con actitudes arrogantes y autoritarias; faltas de respeto y consideración y nula empatía»; algo que el propio juez ha negado a preguntas de este diario.

Lejos de la imagen del magistrado difundida en ese texto, la familiar de esa mujer apuntaba: «Yo he querido hablar porque en mi familia toda la vida estaremos en deuda con ese juez. Y no lo digo por las decisiones que tomó, que no todas eran las que pedíamos. Lo digo porque se implicó en todo momento y, si no ha hecho más por ella, es porque no ha podido a nivel legal».

Aún así, otra mujer con la que ayer pudo hablar este diario relataba una experiencia bien distinta. «Acabé llorando en la sala y me invitó a salir, pero no de forma amable o preocupándose por mí, sino en un tono autoritario y serio, que me descolocó», comentaba una denunciante de violencia machista que ve con buenos ojos la queja.

«Me hizo sentirme mal. Me hablaba de forma cortante. Minimizaba las cosas que yo contaba, como si estuviera exagerando. No me dejaba hablar, ni explicarme», decía. «Salí llorando del juzgado y planteándome si valía la pena poner la denuncia. Porque igual es su técnica para no prolongar los juicios y no acabar tardísimo en su trabajo, pero para la mujer que está viviendo una situación de malos tratos, eso ya es muy duro y, con estas formas de hablarte, te hace ponerte fatal. Incluso te preguntas si es que tenías que haber seguido aguantando, esperándote hasta haber ido al juzgado cuando ya tuvieras el cuello roto», admitía con dolor, esperando que «reconsidere su actitud».

En el entorno del juez se aseguraba, no obstante, que él suele interrumpir a las denunciantes de maltratos «para evitar que tengan que recordar al detalle los episodios traumáticos», una vez aclarado de qué tipo de agresión se trata. Junto a ello, apuntaban que «las víctimas deben tener claro que los jueces no están para darle apoyo ni para asesorarlas, porque para eso ya están otros profesionales».

Y recalcaban que «puede haber jueces más o menos simpáticos o empáticos, igual que hay médicos más o menos simpáticos o empáticos, que no por ello dejan de ser buenos profesionales». Ahora bien, varias víctimas de violencia de género con las que ha contactado este diario coincidían en «la importancia de sentirse tratadas en todo momento con tacto, educación y respeto, sobre todo, en situaciones tan difíciles».