La declaración hoy del ex secretario general del PPCV, Ricardo Costa, en el juicio del caso Gürtel por la financiación irregular del PP podría ser la estocada final para la imagen del expresidente Francisco Camps, quien está a salvo de cualquier implicación jurídica por este asunto (el delito habría prescrito), pero no de la presión para que deje su puesto en el Consell Jurídic Consultiu.

De hecho, si finalmente es señalado por quien fue su mano derecha, Camps queda en una situación personal muy complicada. De momento, la presión no ha hecho mella en él y sigue agarrado al sillón del Jurídic, del que sólo podría levantarse por condena firme por inhabilitación o por dimisión.

La opción de la renuncia personal no parece, sin embargo, que esté encima de la mesa. Camps se considera una víctima, casi podría decirse que un mártir. Se ve objeto de una persecución política que comenzó hace mucho, cuando él se identifica con la Generalitat y esta con la Comunitat Valenciana.

Comenzó a sentirse así aquel aciago 19 de febrero de 2009, cuando por primera vez se relacionó su nombre con la trama Gürtel, el comienzo de la pesadilla del caso de los trajes, un escándalo político-mediático-judicial que acabó con su carrera política.

Pronto se cumplirán ocho años de su dimisión y algo menos (aunque también hace mucho) desde que el expresidente se dio cuenta de que, pese a su absolución, su vuelta a la política era un imposible. Los suyos le dieron la espalda, comenzando por el jefe de filas, Mariano Rajoy, aquel que un día ante miles de personas le prometió que siempre estaría con él, «detrás», «delante» o «a un lado».

Durante estos años, el exjefe del Consell ha seguido pensando que con él se cometió una injusticia, orquestada desde la política y la judicatura. Su ofuscación ha hecho que poco a poco haya perdido a muchas de sus antiguas amistades políticas.

Sin embargo, desde su puesto de consejero del Jurídic que combina con sus trabajos en la Universitdad Católica de València, Camps ha tratado de continuar con su vida, dejando atrás un pasado que se resiste a irse.

El juicio de Gürtel sobre financiación irregular del PP ha puesto de nuevo la nube negra sobre él. El testimonio de Alvaro Pérez acusándolo de ser el señor X de la trama lo ha vuelto a poner en el foco. Su figura vuelve a estar por los suelos, a lo que se añaden las facturas publicadas por Levante-EMV, que demuestran cómo en plena época de recortes cargó gastos de restauración a la caja fija de Presidencia en su calidad de exmandatario.

Este cúmulo de circunstancias ha intensificado la presión política para que abandone su cargo en el Jurídic. Camps será de nuevo hoy protagonista mudo del pleno de las Corts, donde Compromís intentará forzar una reprobación a su persona para que dimita. También lo será en la Audiencia Nacional.

Sin embargo, Camps, como en 2009, se siente víctima y no tiene en mente abandonar. Sería reconocerse culpable. Así al menos opinan personas próximas a su entorno. Camps tiene el sostén de sus íntimos: su familia y sus amigos, quienes creen en su inocencia, pero ya no le queda apoyo alguno en el Partido Popular.

Incluso la presidenta del PPCV, Isabel Bonig, con quien ha mantenido cierta relación este tiempo, no está dispuesta a que el expresidente arruine su proyecto de nuevo PP.

Camps ligó su futuro al Consell Jurídic Consultiu (CJC), una decisión que con el paso del tiempo podría no haber sido la más adecuada. La institución le dio cobijo laboral y moral durante una etapa. La presidía Vicente Garrido, el director de su tesis y uno de los amigos de lealtad inquebrantable. Pero ahora el Jurídic se ha renovado bajo un gobierno de izquierda y, si hay decisión política para mover ficha en contra de Camps, ya no habrá trincheras.

La presión puede ir a más si Costa, su ex mano derecha en el PP, también lo señala. Además, Gürtel no acaba con el caso que estos días se juzga en Madrid. Los contratos menores adjudicados a la trama y la visita del Papa sentarán en el banquillo a antiguos consellers de Camps y, de nuevo, a personajes como el Bigotes, por lo que la tormenta seguirá para Camps durante tiempo.

Hasta el momento, el expresident ha decidido mantenerse callado, si bien el viernes respondió a las acusaciones de Alvaro Pérez con un «contundente» desmentido: «Siempre he tenido la convicción de que toda la gestión de los actos electorales y de los gastos de campaña fue totalmente correcta», dijo Camps en su comunicado, al tiempo que añadió que tomaría las medidas oportunas para salvaguardar «su honorabilidad». Inasequible al desaliento, el expresidente no parece dispuesto a claudicar, máxime cuando legalmente nada le obliga a irse.