Un niño de 8 años, hijo de una víctima de violencia machista cuya madre murió a manos de su maltratador; la hija de 11 años de una pareja de drogodependientes y el joven inmigrante de 15 años que consiguió llegar hasta Valencia agarrado a los bajos de un camión tras ver morir a su madre en la patera donde viajaban. Causas distintas, motivos complejos y diferentes con un denominador común: un menor desamparado que carece de familia que se encargue de él. O de ella.

«Estos son los menores que residen, durante muy poco espacio de tiempo (un máximo de 45 días) en un centro de recepción de menores como el que se ubicará en Llíria (para niños de 12 a 17 años). Son los más vulnerables y no son delincuentes. Son víctimas de maltrato en su aspecto más amplio y necesitan ayuda. ¿Miramos a otra parte? ¿Decimos 'que se apañen' o les ayudamos? Los niños que no tienen una familia que se ocupe de ellos, los niños que forman parte del sistema de protección, no son propiedad de nadie, ni de sus familias ni de la sociedad ni de la Administración; pero todos tenemos una obligación ética y moral con ellos porque son víctimas, porque han tenido vidas muy difíciles, porque necesitan ayuda y porque si nadie les da una oportunidad se quedan sin futuro».

La directora general de Infancia y máxima responsable del servicio de Protección de Menores, Rosa Molero, explica cuál es el proyecto previsto para Llíria, tras la manifestación que se produjo en este municipio el pasado miércoles, cuando 250 vecinos protestaron por la llegada del centro de recepción a la población ya que sus usuarios «no son delincuentes». Eso es lo primero que recalca Molero.

Sin cuentas con la justicia

«El centro previsto en Llíria es un centro de recepción o de primera acogida. Allí van todos los niños que, ante una situación de desamparo, deben residir en algún sitio porque no se ha encontrado, en primera instancia, una familia para ellos. Hay que realizar un diagnóstico de cada caso y ver lo que necesita cada menor, y eso se hace en este tipo de centros, donde residen unos 45 días. Luego se les destina al mejor recurso que haya disponible para cada situación», explica Rosa Molero.

Y añade: «Los centros donde residen los menores que tienen cuentas pendientes con la justicia son otros, son centros socioeducativos, en régimen cerrado porque quien ha cometido una acción debe rendir cuentas mientras se trabaja con él para que su futuro cambie. Pero en un centro de recepción no hay delincuentes y me parece muy grave esta acusación. Hay niños desamparados. Y sí, si eres víctima de maltrato y no tienes familia pues llegas enfadado con el mundo, pero es labor de todos ayudarles».

En Buñol cuentan ahora, de forma provisional, con el centro de recepción que se trasladará a Llíria. Sin embargo, «mediante una obra de teatro para los vecinos, los chavales del centro supieron transmitir lo que ellos viven. Y el auditorio