Cien mujeres. Cien testimonios vivos de lo que supone la discriminación en la vida cotidiana; cien ideas de lo que debería ser una vida en igualdad. Las páginas de Levante-EMV recogen hoy, con motivo del Día Internacional de la Mujer, la voz de la calle, de la realidad diaria, la que describe con precisión de microcirugía las heridas que ha provocado una sociedad desigual que ha sembrado una semilla de discriminación muy complicada de erradicar.

Una discriminación que se puede medir en muchas facetas de la vida. Desde la doméstica a la laboral, pasando por la patrimonial, la económica, la educativa, la social...

Los cambios legislativos de los últimos años han resultado más paliativos -si acaso lo han sido- que eficaces. En muchos casos porque las normas para tratar de corregir la situación no han sido lo suficientemente atrevidas, y en otros porque han topado con la realidad de una sociedad machista madurada durante siglos de historia que impide avanzar a la velocidad deseable para corregir una situación que viola de hecho los derechos de la persona.

Han pasado más de dos siglos desde que la escritora, filósofa y dramaturga francesa Marie Gouze (firmaba con el seudónimo de Olympe de Gouges) redactó la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, parafraseando la declaración de derechos del hombre de 1789. Esta declaración, en su primer artículo, consagraba que «la mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos». En el cuarto, además, señalaba: «La libertad y la justicia consisten en devolver todo lo que pertenece a los otros; así, el ejercicio de los derechos naturales de la mujer solo tiene por límites la tiranía perpetua que el hombre le opone; estos límites deben ser corregidos por las leyes de la naturaleza y de la razón.» Pues bien, 227 años después esos límites continúan sin ser corregidos.

Este 8 de marzo se ha terminado convirtiendo a escala planetaria en una fecha de referencia del feminismo. Tanto la huelga como las manifestaciones convocadas en todo el mundo pretenden ser el acelerador para que esa igualdad de derechos entre hombre y mujer se convierta en una realidad. Y para eso no solo hace falta que los legisladores vayan más lejos en las normas que dictan, sino que se debe producir una transformación mental y social que elimine el freno de los cambios, empezando por la familia y la educación. Y por un reparto equitativo de roles en el hogar, en las aulas o en el trabajo.

Como escribía Belén Gopegui, «la desigualdad se corrige con hechos y no con una ficción de supuestas oportunidades». Y se trabaja por ella hoy, 8 de marzo, y todos los días del año.