Dicen, los que no conocen, que el pilates es un deporte para mujeres y ancianas tumbadas en una colchoneta, para personas que necesitan rehabilitación por una lesión o para quienes buscan meditar y relajarse. Pero sobre todo, dicen, que es un deporte que no merece un gran esfuerzo físico.

Lo cierto es que ni siquiera se debería hablar de pilates, sino de «contrología»: el control del cuerpo y de la mente, a partes iguales. Este fue el nombre con el que Joseph Pilates bautizó el método (que no deporte o fitness). Una disciplina donde interviene el control, la fortaleza y el espíritu, explica Javier Pérez Pont, heredero directo del auténtico Método Pilates. «La humildad, el respeto y el trabajo», dice Silvia Marchirant, profesora y dueña de Silogystudio, mientras señala este lema que lleva grabado en su piel. «Son los verdaderos principios del método», asegura.

Pérez, natural de Novelda, es el autor de la única biografía de Joseph Pilates y maestro de profesores en todo el mundo que tanto ayer como el viernes visitaba València para impartir unas cuantas clases magistrales en el estudio de Marchirant.

Un baile por un penique

Altruista. Así define Pérez la figura de Joseph Pilates a quien de niño le lanzaron una piedra al ojo por parecerse su apellido al de Pilato («asesino de Jesucristo», le llamaban) que le provocó la pérdida de gran parte de su visión. Miembro de una familia de 11 personas y mantenidos por el sueldo de un solo ferretero (su padre), Pilates empezó a madurar la idea de fortalecer su cuerpo para que una afrenta como la que le había lastimado no volviera a ocurrir, ni a él ni a nadie. «Pilates consideraba que el resultado no fue justo, fueron varios juntos contra una sola persona: él», explica Pérez.

Aquí inició su viaje por la mejora de la fisonomía humana. Para mantener la vida de su familia empezó a trabajar en la fabricación de cerveza justo antes de comenzar en su trabajo como árbitro de boxeo. Fue entonces cuando ideó su primera máquina de ejercicio (el corrector de pies), que le llevaría a un viaje a Hamburgo, donde maquinó su obra maestra: el universal reformer.

Mientras tanto, Pilates esperaba asomado a su ventana, en la Inglaterra de los años 20, el paso de sus vecinos para detectar algún fallo en su andar o su postura que él pudiera corregir. Marchirant y Pérez cuentan entusiasmados como, después de observar varios días a un niño que a duras penas caminaba de la mano de su padre, acabó por acercarse a este último para ofrecer su ayuda (sin coste alguno, a pesar de su falta de ingresos) para mejorar el paso del pequeño.

Asimismo, cuentan también cómo ayudó a un hombre en silla de ruedas a poder, finalmente, disfrutar de los entonces llamados «un baile por un penique». «En la investigación de Pilates aprendí la realidad acerca del genio que ideó el método que ahora conocemos», explica Pérez.

Y es que hasta ahora los bulos acerca de la verdadera historia de Pilates eran muy numerosos. «Pero fue él el primero que quiso esconder su realidad. Después de un pasado humilde como el que tuvo y de haber conseguido en un par de años que sus máquinas fuesen patentadas en 6 países diferentes, llegó a EE UU y quería hacer de su historia algo grandioso. Ahora, de lo que se conoce de su vida, no es cierto ni su fecha de nacimiento», reconoce Pérez.

Su método, en cambio, lo mantuvo intacto y su secreto pasó a oídos primero de su mujer Carla y, más tarde, a los de Romana Kryzanowska. «La antorcha de Pilates pasó a manos de Ramona y de ella a mí», explica. Ahora, casi cien años después, el pilates es considerado «el deporte de las celebrities» después de que Madonna anunciara a finales de los 90 que ella lo practicaba, explica Pérez. Una disciplina que se ha ido desvirtuando con el paso de los años en un « fitness de moda y de masas» para aumentar el número de adeptos. Pero el método fue ideado para «mujeres, hombres, judíos, musulmanes...» con máquinas y no solo con colchoneta (el 1% del método), explica Marchirant. Pérez reflexiona y asegura: «El ser humano intenta perfeccionar las cosas para convertirlas en negocio, pero no puedes cambiar lo que ha sido creado por un genio».