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Alfonso Guerra: «Con García-Gasco había vuelto la cruzada»

El arzobispo sorprendió al director general con ideas como suprimir la fiesta de Reyes del calendario laboral

n El exvicepresidente del Gobierno Alfonso Guerra, en su libro de memorias Dejando atrás los vientos, presenta al arzobispo García-Gasco como un arrogante, imprudente, grosero, con «poco respeto a las instituciones democráticas» y un activo enemigo de los socialistas. El exdiputado Guerra, en las páginas 315 a 318, relata que la primera actuación al ser elegido secretario general de la Conferencia Episcopal el 22 de abril de 1988 fue hacer unas declaraciones a Radio Nacional «en las que mantuvo posiciones de poco respeto a las instituciones democráticas». Asimismo, a pesar de ser felicitado de inmediato por el Gobierno, «no contestó con acuse de recibo hasta finales del mes de mayo».

Hasta el mes de junio el obispo García no se dirigió al Gobierno para concertar un almuerzo con el director general de Asuntos Eclesiásticos, «al que llegó veinte minutos tarde». Sus primeras palabras ya fueron un ataque el Gobierno, afirmando que «la Orden de San Juan de Dios era un ejemplo de la persecución que el Gobierno hacía de las entidades religiosas. Comentario no solo falso, sino pintoresco, dado que venía de un acto de reconocimiento de la orden religiosa», que había recibido precisamente aquel mismo día la máxima condecoración del Ministerio de Sanidad.

Rechazó los trabajos y la existencia de la comisión mixta Gobierno-CEE «a la que no daba importancia», pues «su arrogante actitud, mantenida durante toda la entrevista, le impulsó a interesarse reivindicativamente por varias cuestiones ya resueltas en las relaciones Iglesia-Estado, como constaba en las actas de la comisión, ya que «él prefería hablar de presidente» (Ángel Suquía) «a presidente» (Felipe González), «siguiendo la tesis de los dos poderes propia de un régimen de cristiandad».

Acusó a RNE (1988) de mantener en antena «programas diabólicos», y al diario El País de pretender «eliminar de la faz de España a la Iglesia católica» y de que «a la Iglesia no se le daba el mismo trato que a los demás españoles». El director general le hizo observar «lo poco adecuado de sus expresiones» y le aclaró que no había motivos para la protesta pues el trato a la Iglesia, «lejos de resultar desfavorable respondía a un especial estatus». En tono chulesco, el obispo «afirmó con desdén algo infantil que 'no toleraba que ningún cantamañanas de esos del Congreso dijese que la Iglesia tenía privilegios'. Ante un desprecio tan desmesurado a la democracia «hubo que cortarle rudamente tal exabrupto».

García-Gasco sorprendió varias veces al director general, como al proponerle suprimir la fiesta de Reyes o la Semana Santa del calendario laboral; al preguntar por la situación familiar de un ministro («como se cambia cada día de cónyuge...»), o al advertir que no se podía tratar ningún tema sin que el nuncio decidiera antes «qué temas se podían tratar y cuáles no» y al insistir en su condición política no involucionista, pues él no creía en el sistema de asignación tributaria, la cruz en la declaración de Hacienda «era una manera de saber a quiénes tenían que matar los socialistas».

La conclusión de Guerra fue que se había quebrado la línea independiente, pero respetuosa, del cardenal Tarancón,«de mutua consideración». Muy al contrario, «con la grosería del nuevo secretario? había vuelto Trento y la Cruzada del nacional catolicismo». Se volvía a las posiciones más conservadoras: «Teníamos que estar preparados para una Iglesia que volvía a los años del sectarismo, que se comprometía con una alianza política contra los socialistas, siempre en contra del Gobierno y favoreciendo incluso la opción electoral conservadora». Como relata Mariano Sánchez Soler en su libro Las sotanas del PP, García-Gasco se consagró a la militancia política y de hecho era habitual en reuniones en las que se establecían tácticas y estrategias para consolidar la opción conservadora y contraria al «progresismo trasnochado» y facilitar el acceso al poder de los populares.

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