Pocos docentes pueden decir que han recibido el Global Teacher Prize. ¿Qué le ha supuesto?

Estoy muy feliz, pero también fue una mezcla de sentimientos: felicidad, tristeza... Lo considero una victoria porque siempre he sido partidaria del cambio de metodología, que es lo que intento implantar con juegos, dibujos... cosas nuevas que mucha gente no acepta. También me he sentido muy orgullosa de mí misma y de todos los profesores palestinos. El premio nos ha dado esperanza y alegría.

¿Está de acuerdo con quienes la consideran una heroína por innovar en un contexto de conflicto?

No me considero una heroína pero sí una persona con las ideas claras. Creo que mi profesión es diferente al resto y requiere sacrifico y lo bueno es que entiendo cual es mi papel. Mi mensaje es que los profesores somos los que creamos las nuevas generaciones. No solo enseñamos a estudiar las materias, sino que lo más importante es que inculcamos valores.

¿Cómo se aleja a los escolares de la violencia que les rodea?¿Se puede entrar a clase y olvidar lo que ocurre en la calle cuando, como denuncian diferentes organismos, Israel incluso encarcela a menores?

Con mi metodología he conseguido que los niños se olviden completamente del mundo exterior y que consigan estar dentro de clase felices, en paz, seguros y, sobre todo, divirtiéndose y haciendo lo que les gusta: aprender de manera dinámica.

¿Qué más incluye su metodología basada en el juego?

Por ejemplo, vivir la situación de ocupación, en la que ven siempre violencia -ya sea directa o indirectamente en la televisión o en otras personas-, esto les crea egoísmo, desconfianza... Con los juegos intento que confíen más los unos de los otros. Juegan en grupo y se quieren más. Saben que si fracasan, todos fracasan, y si consiguen algo, lo han conseguido juntos. Por ejemplo, las ruedas de los coches que se queman en la calle yo las utilizo para sentarnos en ellas, pego notas con preguntas y los que más respondan, ganan, etc.

¿ Con qué «cicatrices» se quedan los más pequeños? ¿Cómo les marca la guerra?

No están acostumbrados a escucharse ni a respetarse, no les gusta compartir... por eso les enseño a trabajar en grupo. También suelen tener reacciones fuertes.

Decide hacerse maestra cuando su familia resulta herida en un ataque de soldados israelíes y sus hijos quedan traumatizados. Además, creció en un campo de refugiados. ¿Esta experiencia personal le ayuda a entender mejor a sus alumnos y alumnas?

Por supuesto. Me he criado en el campo de Dheisheh, donde había mucho sufrimiento, dolor... tenía una vida muy dura. No tuve infancia ni me recuerdo jugando, lo único bueno era mi colegio. Eso es lo que me hizo pensar que cualquier niño o niña podría pasar por la misma infancia que tuve... y no quiero que pase. Tampoco podía llegar a imaginar que mis hijos hubieran podido tener una infancia y una juventud peor que la mía, que es lo que pasó. Al principio no elegí Magisterio, pero después de que mis hijos recibieran disparos decidí cambiar mi trayectoria para intentar que los niños tengan una infancia bonita, como se merecen. Intento inculcarles valores y que tengan por lo menos una sonrisa, que sean felices, que es lo que se merecen. También que rindan académicamente.

¿Cree que lo consigue? ¿Ve un cambio positivo en su alumnado?

Por supuesto, si no, no hubiera continuado hasta el día de hoy y no hubiera ganado el premio. No es hacer «click» y todo cambia, es un proceso largo. Hago mi plan, estudio los casos de cada alumno por separado: primero qué es lo que les falta a nivel de valores y personalidad, y después en el ámbito académico. Trabajo los dos aspectos a la vez y al unirlos es cuando creo mi metodología y las actividades necesarias para cada persona. Para conseguir un cambio tiene que haber también esfuerzo por parte de los alumnos. Para intentar animarlos utilizo maneras para reforzar, pero no castigos.

Siempre se tiene que proteger a los menores, pero ¿hasta qué punto tienen que ser conscientes de lo que pasa a su alrededor?

Por mucho que intentemos ocultarlo, la mayoría lo saben por ellos mismos: por los medios de comunicación y por cosas que les pasan a conocidos suyos o a ellos. Viven algunas situaciones o las ven con sus propios ojos, no se les puede ocultar. Solo puedo enseñarles habilidades para que se enfrenten a esta situación y tomen decisiones correctas. Intento ayudarles a que su mejor decisión sea siempre la educación. Les digo que no hemos elegido vivir en esta situación de ocupación, pero aún así tenemos que aprender a enfrentarnos a ello y a vivir en paz. Siempre intento insistir en la importancia de la esperanza, que nunca pierdan la esperanza.

El premio le ha permitido viajar por todo el mundo, ¿con qué se queda de la experiencia?

He conocido a profesores de diferentes países, algunos en situaciones muy buenas y otros en pésimas. Grandes personas con las que he intercambiado experiencias. Antes me consideraba una profesora palestina; ahora también la portavoz de todos los profesores del mundo. Cuando algunos me dicen que les inspiro, siento la responsabilidad de mi trabajo. Destacaría el encuentro con el papa Francisco, fue muy importante y magnífico para mí.

En estos contactos, ¿cree que los profesores de los países con mejor situación valoran lo que tienen? Usted se queja de la falta de medios en su escuela...

Deberían valorarlo. Lo más importante es cuando dispones de todo lo que necesitas; con recursos, lo tienes todo hecho, solo falta poner en práctica tus ideas e imaginación. No me puedo imaginar lo fácil que es tenerlo todo. Quien sea y donde sea, el profesor siempre debe crear esperanza en los niños, que sepan que pueden construir su futuro y hacer el bien. Es muy importante avanzar, innovar, mejorar nuestras habilidades y no frenarnos. Mis alumnos son los que me inspiran, me dan la fuerza y el poder para enfrentarme a las dificultades de la vida.

A pesar de estar en una situación de ocupación, en general el pueblo palestino está muy formado, se preocupa mucho por los estudios. Hay gente con títulos superiores, universitarios... ¿cómo se consigue en un contexto en el que hay más dificultades que en el resto de países?

Lo consideramos como un arma muy importante para nosotros. El arma más importante es la educación. Especialmente por la situación en la que vivimos, es nuestra mejor arma. La sociedad palestina utiliza los estudios para ser más fuerte y, así, poder defenderse con la educación. Antes, cuando se aspiraba a tener buenos estudios superiores, los jóvenes solían salir a estudiar al extranjero, pero actualmente prefieren hacerlo en su país y ayudar a construirlo. Además, estudiar no finaliza al acabar la carrera, siempre tenemos que aprender cosas nuevas y seguir formándonos.