Después de cuatro largos meses peleando por sobrevivir, María Villalba, la mujer de 77 años arrastrada por un autobús en Aldaia tras quedarse enganchado su bolso en la puerta, ha fallecido finalmente en el Hospital de Manises al extenderse la infección de la pierna, que quedó totalmente destrozada tras el atropello.

Ni los injertos de piel, ni las cerca de treinta intervenciones en quirófano, ni tan siquiera los habituales milagros del doctor Cavadas han sido suficientes para que la septuagenaria saliera adelante después del accidente.

«Nos han robado a mi madre», se lamentaba Cristina, una de las hijas tras saber que ya no había vuelta atrás y que era cuestión de horas que el corazón de su madre dejara de latir. «Está sedada con morfina, esperando que se duerma para siempre. La infección se la ha comido».

La dureza de sus palabras se hace más significativa teniendo en cuenta que la propia empresa de transporte calificó de «magulladuras» las lesiones que presentaba la mujer tras el accidente ocurrido el pasado 19 de diciembre.

María era una mujer muy activa, que incluso iba dos veces por semana al gimnasio, sana y que salvo el principio de artrosis propio de la edad no tenía problema alguno de movilidad. «Que no quieran hacer creer ahora que era una pobre abuelita», remarca la familia.

La tarde del accidente regresaba a casa tras coger el autobús en València. Aproximadamente a las 20.30 horas se bajó en la parada, en la localidad de Aldaia, pero el bolso se le quedó enganchado en la puerta y el conductor arrancó sin percatarse de que ésta todavía no se había soltado. Las supuestas medidas se seguridad que tienen este tipo de transportes para evitar el cierre de las puertas ante estas incidencias no sirvieron de nada.

La mujer fue arrollada por una de las ruedas y arrastrada varios metros. Una ambulancia del SAMU la trasladó al Hospital de Manises, centro del que por desgracia ya nunca saldría con vida. «Le destrozó el sóleo y parte del cuádriceps», explica su hija. Además, debido a la herida abierta, sin apenas piel, ésta se le infectó.

El doctor Pedro Cavadas trató de reconstruirle la pierna con injertos pero la herida los rechazaba, y la infección de la pierna se le fue extendiendo por el resto del cuerpo. «Le ponían morfina para las curas porque el dolor era insoportable», recuerda con pesar Cristina.

Respecto al conductor que atropelló a su madre, la hija de la fallecida confiesa: «No siento ningún rencor, lo perdoné el mismo día que pasó porque fue un accidente pero quiero que tomen medidas, llevan personas no objetos». Una de las nietas de María, de viente años, tiene que coger a diario este mismo autobús para ir al instituto en Quart de Poblet. «Imagínate que siento cada día sabiendo que mi hija va ahí».

Días después de este atropello otra mujer, Adela, de 63 años, fue arrastrada cerca de un kilómetro por otro autobús de la compañía en esta misma localidad. Su historia sí que tuvo un final feliz y ella misma pudo contar su pesadilla a Levante-EMV tras sobrevivir milagrosamente al accidente.