Hicieron falta 17 años de maltrato físico y psicológico continuado y la llamada a tiempo al 016 de su hija de 16 años para que María (nombre ficticio) se decidiese, por fin, a denunciar por vez primera a su verdugo, Mohamed Nebbar, el argelino absuelto en 2006 de pertenecer a la célula yihadista detectada en 2003 en Barcelona, cuyos cinco coprocesados fueron condenados a penas de seis años de cárcel por el Tribunal Supremo. Nebbar, tal como adelantó ayer en exclusiva Levante-EMV, ha sido detenido este miércoles por romper la orden de alejamiento que le impide acercarse a su exmujer.

María ha relatado a este diario el calvario sufrido. Los bofetones y los humillantes golpes que acostumbraba a pegarle con el zapato. Rememora que las actitudes de su exmarido han sido «siempre muy machistas, desde el principio. Decía que la mujer tiene que callar y aguantar». Ni siquiera acudió a la policía cuando, un día que estaban solos en la casa -la pareja tiene cuatro hijos, la mayor, de 16 años, y el menor, de 6-, «me cogió del cuello por detrás, me puso un cuchillo sobre la vena y me dijo: ´Te voy a matar, te juro que te mato. Nadie te va a salvar´. Y ese día creí que iba a morir».

Fue su hija adolescente quien se interpuso entre los golpes y su madre el pasado 8 de julio. Y quien llegó a levantarle la mano, incluso. Después, llamó al 016 y pidió ayuda. La intervención policial propició que María se decidiera a denunciar por primera vez. Sirvió para que Mohamed fuese condenado a trabajos en beneficio de la comunidad y a mantenerse a más de 300 metros de su mujer y no comunicarse con ella por medio alguno en el plazo de dos años, a contar desde el 9 de julio pasado. María incluso inició los trámites de divorcio.

Fue como abrir la caja de Pandora. En los dos meses siguientes, la presión familiar se convirtió en insoportable. Por parte de la familia de ella y de la de él. María tuvo que soportar todo tipo de comentarios y advertencias. «Una mujer no denuncia a su marido», «la mujer tiene que aguantar lo que sea», «esto es normal en un matrimonio, tienes que perdonarle y volver con él» son algunas de esas lindezas que la llevaron a «dejarle entrar de nuevo en casa, porque se me echó a llorar de rodillas, en mitad de la calle y delante de toda la comunidad musulmana, durante nuestra fiesta de fin de ramadán, que es un día donde todo el mundo debe hacer el bien».

Como suele ocurrir, la paz que ella esperaba duró un suspiro. Y cuando volvieron los gritos, las amenazas, los insultos y los golpes «eran mucho más violentos que antes. Empezó a decirme cosas que nunca me había dicho. Incluso un día me amenazó con matarme y me dijo: ´Te queda poca vida, puta´».

La situación se deterioró cada vez más hasta que hace una semana logró que se fuera de casa porque «cada vez tenía más miedo y estaba convencida de que me iba a matar». El miércoles, lo denunció por quebrantar de nuevo la orden de alejamiento y Nebbar fue detenido. Ahora, está de nuevo en libertad, a la espera de juicio por ese quebrantamiento. Y, por fin, ha formalizado el trámite de divorcio: «Esta vez no voy a volver atrás. No va a cambia r y mi vida está en peligro».