Durante mucho tiempo, el caballo fue el animal que acompañó al ser humano tanto en las labores del campo como en sus travesías, ya sea tirando de carros o cargando a una persona a lomos. De estos, se distinguen los de pura raza española, animales de más de 500 kilos siempre ligados a la aristocracia por su fácil doma y, por ello, muy solicitados por el resto de la población.

De evitar que se extinga la raza se encargan los criadores de caballos, de los que hay más de cien en toda la Comunitat Valenciana, pero que se reducen cada año. El golpe que les llevó a ello fue el rastro que dejó la crisis, reconocen. Con ella notaron un descenso de un 70 % en las ventas en los últimos cuatro años que a día de hoy siguen arrastrando.

Un elemento imprescindible para el mundo de la crianza, porque «si no hay beneficio, los criadores no podemos sostener su mantenimiento y, por ende, dejaríamos de criar», explica José Antonio Esteban, presidente de la Asociación de Criadores de Caballos de Pura Raza de la Comunitat Valenciana. Organización que se une a la que anuncian como la manifestación más multitudinaria del mundo rural y que tendrá lugar el 26 de mayo en València, tal como lleva publicando Levante-EMV desde el pasado sábado.

El presidente de la asociación estima que la manutención de un caballo ronda los 2.000 euros mínimos anuales, «todo ello en caso de que no ocurra nada (y suele ocurrir) que le acabe llevando a una visita extraordinaria al veterinario por lesiones o enfermedad», reconoce Esteban.

El cuidado estándar, por tanto, exige tres comidas diarias de alimentos «de primera calidad» como la alfalfa o la avena, un herrero que cuide y recorte los cascos de sus patas cada 60 días y un veterinario que los vacune cada tres o cuatro meses. Todos estos cuidados repartidos entre las 20 yeguas que José Antonio posee en su cuadra, sumadas a un semental, acaba por suponerle casi 50.000 euros anuales.

Concursos ecuestres

La manera más fácil de recuperarlos es criando potros que pueda vender cuando crezcan y hayan conseguido algún que otro reconocimiento en concursos ecuestres. Sin embargo, para apuntarse a ellos debe pagar un canon que va desde 20 hasta 300 euros, dependiendo del reconocimiento y la importancia del evento. Y el dinero no se recupera en estas competiciones, que otorgan «premios de 100 euros a lo sumo», explica Esteban.

Asimismo, el presidente de la asociación explica que hace siete años, el número de ferias extendidas por toda España llegaban a las 130, con la participación de 400 caballos. Ahora, sin embargo, no superan las 30 anuales (ya que la preparación de un evento como este supera los 100.000 euros de inversión y la subvención para toda la Comunitat Valenciana apenas llega a los 15.000) y, por ello, los caballos que pueden intervenir se limitan a menos de un centenar.

«De esta forma tienes muchas menos posibilidades de participar», lamenta Esteban, quien en cuatro meses solo ha conseguido vender uno de sus animales por mil euros y a un compañero de profesión al que el año pasado le había comprado otro ejemplar. «Con lo cual no me sirve de mucho», bromea.

Es más, este precio está muy por debajo del valor que debería. «Los malvendemos para poder sobrevivir», reconoce Esteban que hace ya muchos años que vive de préstamos, como muchos de sus compañeros, porque prefieren «malvivir» ellos a que lo haga uno de sus caballos. «Nunca les dejaríamos sin agua o sustento, antes prefiero vivir a pan y agua», explica.

«Antes de la crisis podíamos vender un caballo por más de 4.000 euros y lo hacíamos con casi una decena de ellos al año». Añade, además, que en cuatro años ha habido una desaparición en masa de esta especie animal en la Comunitat Valenciana, ya que en 2014 se contaban hasta 17.000. Ahora el número se ha visto reducido drásticamente.