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Sube el precio de casas compartidas

Regreso al infierno en busca de piso para estudiantes

El precio medio de una vivienda cerca de las universidades y con cuatro habitaciones no baja de 800 euros - El coste sube cada año unos 50 euros

Regreso al infierno en busca de piso para estudiantes

María Pérez comparte piso con cuatro compañeros más en Benimaclet. Cinco habitaciones por 660 euros al mes, gastos aparte. Fue el piso más económico que encontraron. Mario Reig vive en el mismo barrio y comparte piso con 3 compañeros más. El año pasado encontraron vivienda para los cuatro por 500 euros. Este año no lo encontraban por menos de 600 euros. Diego Monzón también vive en un piso compartido en Alaquàs. El presupuesto para los tres habitantes de la casa les obligó a residir en la periferia. Imposible pagar los alquileres que se piden en la capital. En València no hay pisos de tres habitaciones por los 350 euros que paga en Alaquàs. Como tampoco hay viviendas de 4 habitaciones que bajen de los 600 euros. En el cap i casal, los alquileres de pisos de estudiantes rondan ahora los 800 euros, si son de 4 habitaciones y están en los barrios más cercanos a las facultades; y los 700 si son de tres. Y siguen subiendo.

Un informe de la plataforma Uniplaces analiza el mercado del alquiler a estudiantes y asegura que en la Comunitat Valenciana los alquileres se incrementaron en un 25 % del 2016 al 2017. Y no es el único. Hay mucha demanda y poca oferta. Pero es un mercado seguro. Siempre hay estudiantes y un alto porcentaje necesita vivienda. Y es que son muchas las familias que se tocan el bolsillo cuando su prole anuncia que quiere seguir estudiando tras cumplir los 16 años y su vivienda habitual está lejos de la facultad. Pero el desembolso no está al alcance de todos. El curso completo le cuesta a los estudiantes (y a sus familias) casi 5.000 euros al año. Eso sí, la cuantía se torna estratosférica si se opta por Madrid o Barcelona.

María, Mario y Diego coinciden en sus declaraciones y en las características de los pisos donde habitan. No se conocen, no tienen la misma edad (aunque los tres tienen menos de 30 años), no estudian lo mismo y se ven obligados a trabajar los fines de semana para que las cuentas salgan y los euros lleguen a todo: a pagar el alquiler, los gastos, las facturas, los viajes a su lugar de origen, la comida, las fotocopias, los libros, el transporte...

«Los alumnos que vivimos fuera no tenemos opción. Sí o sí debemos vivir de alquiler y es imposible correr solo con todos los gastos. Hay que compartir y contar con la ayuda de la familia. Estudiamos y trabajamos. Hay barrios con diez propietarios que acumulan la oferta de 80 pisos de alquiler a estudiantes y el precio lo fijan ellos y tienes que tragar. Pagamos precios muy altos por viviendas de más de 40 años, con muebles viejos y con cocina y baño de origen en su mayoría. Que al casero le sobra un sofá porque se lo ha cambiado de viejo que está. No hay problema... al piso de estudiantes. La calidad de las viviendas es media-baja pero pagamos como si el piso fuera de lujo. Y encima cada año son más caros. Los pisos están subiendo desde hace dos años. Cada año 50 euros más. Ya veremos el curso que viene», aseguran indignados.

En la otra parte están los caseros. Las personas con viviendas en propiedad y vacías que ven en el alquiler a pisos de estudiantes una rentabilidad asegurada. La gran mayoría delega en una inmobiliaria la gestión de su piso. Lo que cobren «de más» lo pagará el/los inquilinos, con los que, además, no tendrá contacto. Si contrata un seguro de impago, por si acaso, el negocio es redondo.

Caseros e inquilinos

Asunción Escribano sabía bien que el negocio era rentable. Principalmente porque recordaba el esfuerzo que realizó para costear el alquiler y los gastos de sus dos hijos mientras cursaban sus carreras universitarias. Ella, que reside en Cuenca, pagó religiosamente el piso de alquiler donde estudiaron sus hijos en València. Así, cuando hace dos años recibió una herencia lo tuvo claro y compró dos pisos en València para alquilárselo a los estudiantes. Eso sí, nada de llevar cosas viejas. Asunción también sabía en qué condiciones y con qué muebles vivieron sus hijos. Así que vació las viviendas y se fue a una tienda de muebles de precios económicos. Alquilar las viviendas no le costó ni dos meses. Cobra 700 euros por cada piso -de septiembre a junio- aunque solo le quedan «limpios» 500 tras pagar «la comunidad, las derramas y los seguros». «Intento ser buena casera porque he estado en el otro lado. Ahora, por ejemplo, se me va un inquilino del piso compartido y yo asumiré el gasto porque, para tres meses que quedan...», asegura. Ella es la excepción que confirma la regla.

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