Compactado en balas de basura, a unos veinte metros bajo tierra entre toneladas de desechos, «sin poder precisar su estado ni situación». Allí yace el cadáver de Mari Carmen Muñoz, la mujer de 48 años presuntamente descuartizada por su propio hijo en abril de 2011 en un piso de València. Seis años después del crimen, las pesquisas del grupo de Homicidios de la Policía Nacional permitieron destapar la mentira que mantuvo durante todo ese tiempo su vástago, quien acabó finalmente confesando su muerte. Joan Carles L. relató con total frialdad durante la reconstrucción de los hechos cómo, después de que supuestamente ésta se desnucara por un mal empujón -según su versión-, troceó con un serrucho el cuerpo de su madre en tres partes, lo metió en bolsas de basura y se deshizo de los restos arrojándolos a varios contenedores en las proximidades de su domicilio. Las gestiones judiciales e indagaciones policiales con la empresa de recogida de basuras ya se han dado por finalizadas y su familia da por hecho que jamás hallarán los restos mortales de la víctima.

No obstante, pese a no contar con el cuerpo del delito, los indicios de criminalidad recabados por los investigadores, los informes periciales del Instituto de Medicina Legal e incluso las propias manifestaciones del presunto parricida, quien cumple una condena de 23 años de cárcel por intentar asesinar a sus dos tías, descartan la hipótesis de la muerte accidental y apuntan en una única dirección. El joven, quien en la actualidad tiene 31 años, acabó de forma intencionada con la vida de su madre durante una discusión y se deshizo del cuerpo para ocultar su crimen.

Así lo mantiene el Fiscal, que solicita una pena de quince años de prisión para el procesado por un delito de homicidio doloso con el agravante de parentesco. Asimismo, el acusado se enfrenta a otros cinco meses más de cárcel por el delito de profanación de cadáver. Según el escrito de conclusiones provisionales del fiscal, Joan Carles L. actuó «con el propósito de terminar con la vida de su madre o, al menos, consciente de la probabilidad de un resultado mortal» de su acción. Aceptando parcialmente el relato de hechos del autor en su confesión, madre e hijo mantuvieron una fuerte discusión en el domicilio de la calle Alcalde Albors de València donde convivían ambos. En un momento de la misma, estando en el salón, el acusado «propinó un fuerte empujón a la víctima, haciéndola caer al suelo de espaldas, dándose ésta un brutal golpe en la cabeza contra el suelo». El fiscal considera que el acusado se aprovechó de su corpulencia y que su madre no tuvo posibilidad de defenderse.

Sin la posibilidad de una autopsia que determine la causa exacta de su fallecimiento, se da por buena la versión de que la mujer falleciera como consecuencia de este golpe, aunque a tenor de los antecedentes violentos del acusado, los investigadores no descartan que fuera estrangulada. De hecho, los dos hermanos del presunto homicida han relatado episodios agresivos en los que éste les habría cogido del cuello cuando simplemente le llevaban la contraria o las cosas no eran tal y como él quería.

Rasgos psicopáticos

Los forenses del IML de València aprecian precisamente en el acusado conductas que encajan en una personalidad psicopática que reacciona de forma violenta ante la frustración de sus expectativas. De esta forma, será clave el día del juicio, ante un Jurado Popular, el testimonio de los expertos que lo han explorado y que en sus conclusiones consideran que éste no tenía alteradas sus capacidades. Es más, tras las entrevistas personales, los forenses dudan de la veracidad del relato de los hechos que hace el procesado.

La víctima, divorciada y madre de tres hijos, trabajaba por las mañanas como auxiliar de enfermería en el Hospital Clínico de València y por las tardes en una lavandería. Mientras que Mari Carmen se desvivía por ganar un jornal con el que poder mantener al único hijo que en ese momento vivía con ella, éste se dedicaba únicamente a jugar a la videoconsola y no tenía ningún tipo de ingreso económico. Uno de los móviles que barajan los investigadores es precisamente el hecho de que su madre le hubiera dado un ultimátum y que estuviera planeando irse para que su vástago se valiera por sí solo ya que la convivencia no era buena. Una amiga recuerda que Mari Carmen le comentó meses antes de su desparición que se iba a ir a trabajar a Zaragoza.

El presunto parricida aprovecharía esta circunstancia para hacer creer a todos durante años que su madre se había marchado. Asimismo, también mintió a sus familiares diciéndoles que vivía en Alemania y que tenía un buen trabajo como intérprete. A otros que estaba trabajando en la empresa Nintendo. Nada más lejos de la realidad. Tras matar presuntamente a su madre, el joven realizó transferencias de dinero desde la cuenta de su progenitora a la suya por un importe de 40.000 euros. La Fiscalía no contempla el delito de apropiación indebida, hecho que sí aprecia la acusación particular.

El intento de asesinato de sus tías

Cuando se le acabó el dinero y sin trabajo conocido ni deseo por encontrarlo, el joven cometió los graves hechos por los que se encuentra actualmente cumpliendo una condena de 23 años de prisión. El 27 de octubre de 2014, cuando su madre ya yacía tres años muerta sin que nadie hubiera denunciado su desaparición, Joan Carles acuchilló a sus tías, de 58 y 67 años, tras hacerse pasar por repartidor. Las víctimas salvaron milagrosamente la vida y la Audiencia de Provincial de València lo condenó por dos delitos de asesinato en grado de tentativa con el agravante de disfraz. «Estoy muy arrepentido, mi familia no volverá a saber de mí», alegó en el juicio. Pero aquí también mentía sin ser consciente todavía de ello.

La policía, que comenzó a sospechar que tras la desaparición de su madre había algo extraño, solicitó el apoyo de los expertos en psicología de la Sección de Análisis de Conducta (SAC) de la Unidad Central de Inteligencia Criminal de la Policía Judicial y, tras varias entrevistas en prisión, éste acabó confesando la muerte de su madre, tal y como adelantó en exclusiva Levante-EMV.

La data del crimen se sitúa entre los días 20 y 24 de abril de 2011. El acusado no logra concretar el día exacto pero si recuerda cómo permaneció varios días junto al cadáver de su madre y finalmente descuartizó su cuerpo, colocado sobre un plástico en el cuarto de baño, y tapado con unas sábanas porque no quería ver su rostro cuando la troceaba. El 27 de abril de ese año el vehículo de la fallecida era retirado por la grúa municipal. Al igual que el cadáver de su propietaria, el coche fue desguazado.