Àlec Casanova siempre pensó en masculino. Los genitales con los que nació, sin embargo, marcaron una vida muy distinta a la que él habría elegido. Nació con órganos sexuales femeninos. «Solo por ello la gente ya esperaba de mí ciertos comportamientos con los que en realidad ni encajaba ni me sentía cómodo», indica Casanova.

Ahora tiene 47 años y hace apenas siete que terminó su proceso de transición (después de una terapia psicosocial de más de un año, un proceso hormonal de seis meses y cirugías que duraron ocho años). Todo este camino fue costeado por él mismo en centros privados, por lo que tuvo que invertir más de 25.000 euros de su bolsillo.

Su cambio comenzó en 2001, justo después de que una terapeuta le recriminase que volviera cuando se le pasara «la tontería». «A las personas trans siempre nos han recriminado que actuásemos por capricho», lamenta Casanova, pero en realidad «se trata de nuestra felicidad, necesitamos una concordancia entre nuestro cuerpo y nuestros sentimientos».

Reconoce que la mayor dificultad a la que se enfrentó fue no reconocerse en la persona de su DNI, que puede generar problemas a la hora de identificarse. Como le ocurre a Alan Marín, que debe terminar todo el proceso quirúrgico para poder modificar nombre, sexo y fotografía en sus documentos oficiales.

Alan acaba de iniciar su proceso de transición (lo hizo en enero) y ya ha pasado a la segunda fase (la hormonal), a la que a Àlec le costó más de un año acceder. «Gracias a la Ley Trans nos sentimos reconocidos por las administraciones».