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Turismo sanitario

Turquía, el nuevo edén capilar

Desde València, clientes satisfechos reconvertidos en comerciales de clínicas turcas organizan viajes en grupo

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Cómo es un trasplante de pelo

Hay «calvofobia», no nos engañemos. No es difícil encontrar ejemplos de hombres que lucen orgullosos una cabeza rapada o sin pelo directamente y, aún así, son atractivos. Pero, la mayoría de los hombres que llevan la alopecia en los genes, escrutinan con horror todas las mañanas su almohada y temen la llegada del día en que un rapado al 1 sea la forma más directa de disimular esas más que profundas entradas o una coronilla cuasi tonsurada.

A falta de técnicas milagrosas que eviten lo inevitable (la mitad de los hombres de 50 años tienen alopecia en algún grado), las intervenciones estéticas como el trasplante de pelo están ganando enteros. En 2016 se practicaron en todo el mundo más de 635.000 cirugías y se estima que fueron más de 1.200.000 cuando se habla de técnicas no quirúrgicas, la mayoría en Asia y Oriente Medio. Países como Turquía se han convertido en un verdadero lugar de peregrinación para el autotrasplante de pelo además, a precios imbatibles para cualquier clínica española donde, según la cantidad de folículos trasplantados, el precio puede triplicarse o cuadruplicarse.

Se estima que, al año, 10.000 españoles estarían viajando al país turco para someterse a un injerto de pelo. ¿El motivo? Económico principalmente ya que la diferencia de salarios, nivel de vida y la feroz competencia entre clínicas han estandarizado que recuperar el pelo sea posible por unos 2.000 euros, caro para muchos turcos pero asumible para los españoles, incluso para los «curritos».

El porcentaje de pacientes españoles en estas clínicas ha ido en aumento en los últimos años y ya las hay como Capilclinic que cuenta con oficinas abiertas en Madrid o Barcelona donde se hace un primer diagnóstico del problema. Otras cuentan con comerciales españoles para captar pacientes y que organizan, incluso, viajes en grupo para que la experiencia sea más amena y dé tiempo, incluso, a hacer turismo.

Es el caso de David Beltrán, valenciano que tras pasar él mismo por un trasplante de pelo en Turquía, hace de contacto en València para tres clínicas turcas organizando grupos «y no nos va nada mal». «Sí es cierto que al ir en grupo se sienten más seguros y no van solo a operarse, van a disfrutar», explica. Su intermediación, en este caso, se centra en explicar detalles, dar confianza sobre el procedimiento y ocuparse de crear los grupos y cerrar los billetes de avión ya que, para quien quiera hacerlo por su cuenta, el pack de «todo incluido» es el estándar comercializado por las clínicas turcas. Te reciben en el aeropuerto, te llevan al hotel, te recogen, ponen un intérprete para hacer la visita y la intervención médica con garantías de que habrá un mínimo de entendimiento y facilitan seguimiento del tratamiento vía telefónica o por correo electrónico». A grandes rasgos, estos son los mínimos incluidos.

Con estas facilidades no es de extrañar que los carteles de las clínicas sean los más vistos en la zona de recepción de vuelos internacionales del aeropuerto de Ataturk o que en los principales puntos turísticos como Santa Sofía o la Mezquita Azul haya «colonias» de hombres rapados con bandas en la cabeza que se acaban de someter a la intervención.

Fraude

Al calor de este todo incluido han nacido decenas de clínicas en Turquía (se estima que hay unas 300 dedicadas al trasplante capilar) pero, como en todos los «boom», las hay que han muerto de éxito y las que intentan ganar dinero aún a costa de la higiene o la profesionalidad de quiénes intervienen. «Hay fraude con los implantes en Turquía, pero también en España», asegura David que insta a estudiar bien con quién se trabaja. «Ni aquí ni allí a más precio significa más calidad. En el avión de vuelta ya se ven diferencias entre quien ha ido a una clínica o a otra».

Y es que no hace falta que haya negligencia médica o complicaciones graves de por medio (la intervención se hace con anestesia local y no tiene contraindicaciones graves) pero sí puede haber errores estéticos que conviertan la intervención en «desastrosa». «Una línea de nacimiento de pelo mal dibujada, unos folículos implantados sin tener en cuenta la dirección del cabello... son pequeñas cosas pero en ellas está la calidad», añade David.

En esto, como en todo, lo que más anima a aquellos que se lo están pensando es conocer un caso cercano al que la jugada le haya salido bien: el boca oreja. Porque Internet está plagado de foros con comentarios de clínicas que, en la mayoría de los casos, están auspiciados por la feroz competencia entre comerciales.

Para David, el haberlo hecho y poder contarlo en primera persona es una de las claves: «Les da mucha confianza». Además, él mismo se decidió tras ver a un antiguo amigo con un tupé que él no recordaba. «´Cuéntamelo todo´, le dije. Él me asesoró sobre qué cosas debía de tener en cuenta para decidirme por una u otra clínica», recuerda.

Los que eligieron mal

El mercado es cambiante y la trayectoria de las clínicas también pero los clientes satisfechos son el mejor aval que pueden tener de cara a conseguir nuevos pacientes. De los arrepentidos, de aquellos que eligieron mal, también están llenas las clínicas españolas. «Todas las semanas tenemos algún paciente que recurre a nosotros para solventar algún problema con una clínica externa», reconoce el dermatólogo José María Ricart, director de la unidad de medicina capilar del Hospital Quironsalud de València.

En este hospital privado, el precio de los trasplantes capilares arranca en los 3.000 euros para una intervención de 1.000 folículos. «Es muy lícito que cada persona decida dónde quiere ser intervenida porque tanto aquí como allí hay clínicas excepcionales pero que se informen de quién lo hará y en qué condiciones», apunta Ricart. Los especialistas españoles reconocen que los precios nunca van a ser equiparables, aunque solo sea por la diferencia de salarios ya que se trata de intervenciones de mínimo seis horas en las que además del cirujano hay varios auxiliares. Eminencias del trasplante hay también en Turquía pero no todos los que se van caen en manos de un especialista.

«El irse allá tiene varios "handicaps", el primero es el diagnóstico. Aquí se hace en visita presencial y nosotros hacemos además un estudio previo del pelo llamado Trichoscan, que permite medir la densidad del cabello, así como el porcentaje de folículos en fase de crecimiento o de reposo. La mayoría de gente que se va a Turquía los valoran a distancia con fotos mandadas por whatsapp», explica Ricart y este es un paso capital. «Hay alopecias no aptas para el trasplante o algunas que lo son pero no hay suficiente pelo en la zona donante», detalla.

A esta primera diferencia, el especialista añade otras como la continuidad en el tratamiento -«es vital porque un trasplante sin tratamiento ni seguimiento es un parche»- o el que el especialista esté presente durante toda la intervención y no solo en la retirada de los folículos, que es la parte más comprometida. «Aquí la ley obliga a ello», recuerda.

Quién quiera minimizar riesgos, se trasplante aquí o en Turquía, los expertos recomiendan que el cirujano sea miembro de la sociedad internacional de cirugía restaurativa de pelo, (ISHRS, por sus siglas en inglés). «Cualquier clínica en cualquier parte del mundo trabaja con unos estándares de calidad si forma parte de esta sociedad», añaden. Desde la sociedad internacional advierten también del mercado negro que ha nacido en varios países al calor del turismo médico de trasplantes que se ha generalizado, por ejemplo, en Turquía.

«En algunos países estamos oyendo historias de terror de pacientes que han tenido poco crecimiento, resultados pobres y a menudo daño permanente en su cuero cabelludo a manos de técnicos sin licencia que operan ilegalmente», asegura el doctor Ken Washenik, presidente de ISHRS. «Mientras en estos países hay muchos médicos cualificados, otros operan ilegalmente atrayendo a los clientes despistados con precios bajos y promesas de resultados garantizados», cantos de sirena que a algunos les pasan factura.

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