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Secuelas de la Operación Erial

Psicosis de espías en la Generalitat

El caso del expediente revuelto del plan eólico reabre el debate en el Consell bipartito sobre la existencia de «topos» en puestos clave de la Generalitat

Psicosis de espías en la Generalitat

El rocambolesco caso del expediente sobre las adjudicaciones del plan eólico, aparecido fuera de lugar y desordenado encima de una estantería en el Centro Logístico y de Archivo de la Generalitat, ha reactivado el debate interno en el Consell sobre hasta qué punto el cambio político ha puesto orden en las entrañas de la Administración. A petición de la Conselleria de Economía, el departamento de Transparencia que dirige Manuel Alcaraz, ha iniciado una investigación interna (encargada a la inspección general de servicios) para averiguar quién hurgó y por qué en unos papeles requeridos por la Guardia Civil en el caso Erial.

El principal sospechoso es un jefe de área de un organismo público (Ivace) dependiente de la Conselleria de Economía, al que también ha interrogado ya la Guardia Civil. El trabajador en cuestión, Alfonso Roselló, es un enchufado de la etapa popular con buenas relaciones con el poder de entonces (marido y cuñado de altos cargos) y que logró un contrato fijo sin oposición. Su relación de amistad con quién fue jefe de gabinete de Eduardo Zaplana y el hecho de haber estado físicamente en los almacenes de Riba-roja lo han puesto en la diana, aunque con la boca pequeña desde varias conselleries se tienen serias dudas de que el técnico tenga algo que ver con la supuesta manipulación de este expediente.

Con todo, y al margen de lo que determine la investigación, el asunto ha hecho que más de una persona en el Gobierno esté preocupado por el hecho de que la administración no esté libre de potenciales estómagos agradecidos del pasado y personas con nómina en la Generalitat dispuestas a pagar favores del pasado o a torpedear la gestión de socialistas y Compromís.

«La sensación a veces es que estamos rodeados», confiesa un responsable, con conocimiento de lo que se cuece en la Generalitat y en la función pública. Esta idea con la que conviven consellers y altos cargos es que en las conselleries ha habido una mayor renovación de cargos de confianza en el escalafón funcionarial. Los distintos departamentos han procedido a cambiar las subdirecciones y jefaturas de servicio y, por la libre designación, han ido situando a otros funcionarios y funcionarias de confianza. Con todo, la transición ha sido tranquila y no ha removido los cimientos en los que se sustentaba la antigua administración.

De hecho, personas clave que colaboraron y promocionaron con el PP siguen en la sala de máquinas en puestos estratégicos. Esto ocurre sobre todo en el sector público, la pata más opaca de la Generalitat, donde la Conselleria de Hacienda no ha podido tomar el control de forma eficaz.

El caso de Roselló, con contrato a dedo, una remuneración envidiable y en un puesto estratégico (jefe de recursos humanos) no es aislado. Es el encargado de negociar la relación de puestos de trabajo, un trámite que puede ser el seguro de vida definitivo para quienes en su día entraron por la puerta falsa. Sin embargo, la mayoría del sector público sigue controlado por los mismos que trabajaron para la administración popular y, en algunos casos, miraron para otro lado, ante irregularidades que acabaron en los tribunales.

La solución es complicada porque al margen de cómo accedió a tener nómina, hay derechos labores consolidados. Por otro lado, muchos cargos del pasado volvieron a sus plazas. Otros, incluso con juicios pendientes o imputados, siguen en sus puestos. En el Consell se es consciente de que, aunque cada vez menos, el PPCV sigue teniendo ojos y oídos en ámbitos de la Generalitat. Algún recado le ha llegado a algún miembro del Gobierno desde las filas populares. «Tenemos gente que nos cuenta, sabemos dónde mirar», son comentarios que se dejan caer.

El expresidente Alberto Fabra tuvo en su momento un topo que le amargó la legislatura. En su caso, todo apunta a que provenía de fuego amigo. El Consell bipartito podría tener más de uno.

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