La fiesta terminó. Se lo dijo Joan Baldoví (Compromís) al presidente del Gobierno, ausente en ese momento en el Congreso de la Diputados, cuando ya había saltado la noticia: el PNV apoyaba la moción de censura y, en consecuencia, tumbaba a Mariano Rajoy. Adiós, presidente.

La cuestión es qué viene ahora, después de siete años de Mariano Rajoy en la Moncloa. Si el aún jefe del ejecutivo no dimite de urgencia y se acepta ese paso para detener la moción (hay diversidad de opiniones jurídicas al respecto), viene un Gobierno del PSOE con Pedro Sánchez

Un ejecutivo que da por buenos los presupuestos pactados por el PP con Ciudadanos y apoyados por el PNV y que, por tanto, tendrá un margen de maniobra limitado. También porque con un grupo de solo 84 diputados, las posibilidades de sacar adelante proyectos en el Congreso son complicadas. Todo ello implica que es difícil que pueda haber cambios a corto plazo en la financiación autonómica

Pero, al menos, habrá un cambio de actitud hacia el gobierno del Botànic. Eso es lo que dan por seguro diversas fuentes consultadas del Consell. Una inyección de oxígeno, diálogo e interlocución. En eso confían en el Palau de la Generalitat.

Se acabó el silencio al otro lado de la línea telefónica; fin a la cascada de recursos de constitucionalidad contra los proyectos legislativos de Ximo Puig y Mónica Oltra; adiós a la pulsión recentralizadora, y una nueva complicidad para sacar adelante las iniciativas de un gobierno «en velocidad alta», ya que encara su tramo final. Eso esperan.

Habrá que ver qué depara después la realidad. De momento, las palabras de ayer de Pedro Sánchez alimentan el optimismo en el bipartito. Las dijo en respuesta a Baldoví, cuando ya se sabía la dirección del voto del PNV. Es decir, en condición de «casi presidente del Gobierno».

Dijo que va a seguir «la inspiración del Gobierno valenciano en muchos ámbitos».

Cosas del destino, Puig proponía ayer lo mismo desde Barcelona en sentido inverso y ofrecía el ejemplo del Botànic: «Hemos de recorrer en España el camino que recorrió la C. Valenciana hace tres años».

Sánchez, por su parte, concretó los elogios al Consell ante el «socio» (así trató al diputado Baldoví) en dos iniciativas sanitarias: la universalización de la atención y la reversión al sistema público de los hospitales privatizados, en referencia al de la Ribera.

El punto central de la agenda valenciana es la financiación autonómica, ya que la C. Valenciana está la última en el reparto de los recursos del Estado. Ahí Sánchez sonó contradictorio durante la larga e intensa jornada de ayer.

Al representante de Foro Asturias le afirmó, sin que este sacara el asunto a colación, por cierto: «Nosotros no vamos a resolver ni a renovar la financiación autonómica porque muy probablemente no va a haber mimbres para poder lograrlo». En efecto, el presupuesto está aprobado en el Congreso (falta el trámite del Senado) y no contempla cambios.

A Baldoví, sin embargo, le reconoció que la Comunitat Valenciana tiene necesidad de más recursos al ser una comunidad «clarísimamente infrafinanciada». «Ahí va a contar con mi empatía y simpatía», afimó. Y ahí se quedó.

El diputado de Compromís no se conformó: «Nos gusta su simpatía, pero queremos su compromiso y voluntad. Es inaplazable. Y queremos hablar de la deuda».

En ese panorama, y contando con que Sánchez firmó en València el documento del PSOE sobre esta cuestión, todo dependerá mucho de quién es el elegido como ministro de Hacienda para ver si se acelera la reforma.

La política educativa, donde el PP ha puesto uno de sus objetivos, es otro de los espacios hasta ahora de conflictividad donde el Botànic espera contar ahora con un aliado leal. El tiempo hablará.