Una mujer moderna, avanzada a su época y que le gustaba relacionarse con los demás y llevar una vida activa. Así era en su juventud, en los años que vivió en Uruguay, María Amparo Plaza, la mujer nacida hace 78 años y cuyo cadáver fue encontrado momificado en su domicilio del barrio del Cabanyal el pasado lunes sin que nadie se hubiera preocupado por su ausencia desde hacía más de cuatro años. La imagen que todavía guarda en el recuerdo una conocida de la fallecida, quien se enteró de su muerte a través de la publicación de este periódico, contrasta con los últimos años en la vida de esta mujer, quien apenas salía de casa y ni sus familiares se preocuparon por saber nada de ella durante años.

La Policía Nacional ha localizado finalmente a su hermana en Tenerife y a una sobrina y están a la espera de cotejar las muestras de ADN para confirmar al cien por cien la identidad de los restos momificados que fueron localizados por un vecino de la septuagenaria el pasado lunes por la tarde en su vivienda de la calle José Benlliure.

Según ha podido reconstruir Levante-EMV, a través de esta amiga de la infancia de la mujer, Amparo nació en España pero emigró con su familia siendo muy joven a Uruguay. Allí, en la bulliciosa Montevideo, la comunidad de emigrantes españoles se solía reunir en un teatro para seguir manteniendo el contacto con sus raíces. «Surgieron muchas amistadas a raiz de estos encuentros», recuerda Marisa, quien en aquellos años apenas era una niña y veía a Amparo como una joven despierta y activa a la que seguir. «Yo era una cría, nos llevamos unos 14 años, y la veía fumar, bien vestida, con su extrema delgadez», rememora esta mujer.

«Me ha dado mucha pena cuando me he enterado de que era ella y de cómo ha terminado, sin nadie a su lado», lamenta Marisa. «Solo quiero llevarle flores a su tumba, que sepa que no estaba sola», remarca esta amiga de la infancia, quien pese a la diferencia de edad entre las dos y el tiempo transcurrido sin tener noticias de ella, jamás olvidó a Amparo Plaza.

Recuerda que fueron sus padres quienes le buscaron una pensión en Buenos Aires a Amparo cuando esta se mudó a Argentina en busca de trabajo. «Vivía en una pensión para chicas y trabajó de enfermera en un hospital», apunta Marisa.

Aunque Amparo nunca tuvo hijos y en los últimos años tampoco se le conoció pareja, sí que llegó a casarse- «La boda fue en Uruguay pero creo que solo le duró un año», indica esta mujer, una de las pocas que conocía a la fallecida, más allá de sus vecinos con los que apenas cruzaba un par de palabras cuando se la encontraban en el portal de su casa o asomada al balcón.

Ninguno se percató que hacía cerca de cuatro años que ya no la veían y que le podía haber ocurrido algo. De hecho, algunos explicaron a este periódico que pensaban que se había marchado a vivir a otra casa con una amiga, ya que la propia Amparo les comentó esta posibilidad en alguna ocasión. Pero no fue así. Su muerte se produjo en la más absoluta soledad. La última vez que Amparo y Marisa coincidieron fue en 1979, a la entrada de un bingo de València. Tras la alegría inicial de reencontrarse a tantos kilómetros de Montevideo y tras años sin noticias la una de la otra, no pudieron intercambiar sus teléfonos. En la época no había móviles. «Ya nos veremos por aquí». Pero Amparo no volvió a cantar línea .