Tres años ha tenido la consellera Carmen Montón (Burjassot, 1976) para darle la vuelta al calcetín de la sanidad valenciana. Desde que tomó posesión en junio de 2015 sus decisiones al frente de la cartera han sido de las más arriesgadas, pero también las más definitorias de lo que el Pacte del Botànic perseguía: sanidad universal y pública por encima de todo. Este ha sido su lema en esta etapa que ahora cierra y, tanto el nombre de la conselleria como el primer decreto firmado por el nuevo Consell, ya auguraban cambios: Sanidad Universal en la Comunitat Valenciana frente a la cicatera ley de Mariano Rajoy que excluía a los sinpapeles de los ambulatorios.

Fue la primera decisión, pero no la última ni la más polémica. El nuevo Consell venía con un encargo mayor -a nivel práctico- bajo el brazo. Reducir a lo mínimo indispensable la colaboración público-privada en la sanidad para, como ha venido repitiendo en estos años, «sacar de la ecuación de la sanidad el beneficio empresarial». La ocasión la pintan calva y justo a mitad de legislatura concluían los 15 años de contrato con la empresa Ribera Salud, aquel contrato que en los tiempos de un hegemónico PP había ayudado a asentar y diseminar el conocido como modelo Alzira: instalaciones públicas y sanidad pública, pero gestión privatizada a cambio de un canon fijo por paciente potencial.

La no prórroga del contrato y la vuelta a manos públicas de Alzira fue el segundo aldabonazo de Montón en la sanidad valenciana que le ha granjeado desencuentros cuando no enemigos abiertamente declarados en la sanidad privada.

La ecuación de sanidad más pública y más universal es la que ahora quiere poner en práctica Pedro Sánchez en toda España, y quién mejor que la que ha sido su adalid en el banco de pruebas valenciano. La «inspiración valenciana» y la reversión del modelo Alzira ya estuvieron en boca de Sánchez en el debate de la moción de censura del pasado jueves, pero pocos apostaban por una Montón ministra después del presunto enfriamiento de la relación entre ambos, sobrevenido cuando la consellera tuvo que medir sus palabras y valorar a quién daba sus apoyos cuando su presidente, Ximo Puig, se alineó en las segundas primarias con Susana Díaz y no con Pedro Sánchez.

Montón y el nuevo presidente del Gobierno coincidieron como diputados del PSOE en la novena y décima legislatura, pero su alianza se forjó, verdaderamente, en el «carretera y manta» que el socialista emprendió en 2014 para disputarle la secretaría general del partido a Eduardo Madina y Susana Díaz. El apoyo explícito entonces de varias federaciones territoriales, entre ellas la valenciana, le nutrió de compañeros de viaje, entre ellos Montón. Fue ahí cuando realmente se fraguó un entendimiento que llevó a la consellera a ser secretaria de Igualdad en su primera ejecutiva y a ocupar uno de los pocos despachos de la planta noble de Ferraz. Tres años después, la alianza se reedita.