«Mi hermano murió en pleno tratamiento con la terapia de la doctora Almudena Ramón y nadie nunca le realizó una autopsia. Solo sabemos que, a partir de ese momento, las otras dos personas que estaban recibiendo la medicación que ella administraba en su clínica de Elx, un niño y una mujer, dejaron de ser tratados».

Quien relata los hechos es Maica Pérez Fernández, hermana de Miguel Ángel, el tetrapléjico de Moncada al que la investigadora imputada junto con su novio por un presunto fraude millonario a lesionados medulares, convirtió en icono de su terapia.

Miguel Ángel, tetrapléjico desde los 30 años por un accidente en una piscina, falleció de manera repentina, entre terribles vómitos, de madrugada. Su compañera sentimental y la cuidadora llamaron a Ramón «y les contestó que lo sondaran».

La situación fue a peor, y a las 4.40 horas del 21 de diciembre de 2015, Miguel Ángel falleció en su domicilio de Elx, adonde se había trasladado durante los meses en que Almudena le estuvo aplicando, en su despacho alquilado en el IMED de esa ciudad alicantina, el tratamiento farmacológico previo al supuesto trasplante de células guía envolvente del bulbo olfatorio que su familia está convencida de que le iba a realizar.

Desesperadas, la pareja y la cuidadora «habían llamado a emergencias y acudió una ambulancia del SAMU. El médico no quiso firmar el certificado de defunción. Almudena envió entonces a una de sus médicas, que acudió junto con la madre del otro niño que trataban. Pararon de camino y compraron un impreso de defunción en una farmacia. Cuando llegó, firmó que la causa de la muerte era una parada cardiorrespiratoria. Sin más. Y nunca hubo más explicaciones».

Maica y su madre, quien matiza que «sólo yo sé el color negro y la enorme cantidad de sangre que había en aquellas sábanas, y eso no encaja con lo del infarto que decían ellos», se vieron arrolladas por los acontecimientos.

«Pero, al cabo de unas semanas, con la cabeza ya más fría y al ver que la doctora Ramón no nos daba una sola explicación, fuimos al Instituto de Medicina Legal de València y hablamos con un forense para informarnos de cómo hacerle una autopsia. Nos quitó la idea de la cabeza porque dijo que eso era muy caro y nosotras, que no entendemos de eso, nos quedamos así, sin respuestas».

Por fortuna, han guardado celosamente toda la documentación -«una parte, en realidad, porque Miguel Ángel llevaba en absoluto secreto su tratamiento; ni siquiera a su mujer le contaba los detalles», matiza Maica- y los fármacos que le administraban.

Gracias a ello, la Guardia Civil ha podido intervenir esas sustancias -hay muchos medicamentos homeopáticos, pero el quiz reside en los frascos de cristal no etiquetados, cuyo contenido es un misterio-, que ya están en los laboratorios de Sanidad para conocer su composición exacta.

«Los avances eran increíbles»

Tanto Maica como su madre admiten que «Miguel Ángel tuvo unos avances espectaculares, pero que solo se produjeron desde que empezó con los medicamentos -cinco meses antes de su fallecimiento- y no en los años previos, donde únicamente recibía masajes de fisioterapia y otros métodos de ese tipo. Al cabo de esos meses, llegó a gatear, a levantar de manera controlada una pierna... Era increíble».

Tanto, que Ramón lo utilizó como demostración viva de que su terapia, que nunca ha contado con la homologación necesaria para ser utilizada con humanos, funcionaba. «Iba con él a conferencias, entrevistas, actos para recaudar fondos... Y mostraba un vídeo con esos progresos».

Su muerte, afirma Maica, cortó en seco esos tratamientos. «Al niño y a la mujer les retiraron los fármacos. A nosotros nos llegó a pedir el ordenador de mi hermano, donde debe estar recogido todo lo que habían hecho juntos en los ocho años que Miguel Ángel, al que incluso colocó como presidente de su fundación en 2007, permaneció a su lado, convencido de que le iba a hacer andar. Pero no se lo dimos. Y ahora se lo hemos entregado a la Guardia Civil, que lo está analizando. Queremos saber si aquello le provocó la muerte», explica.

Cuenta que «a nosotros nunca nos pidió dinero, pero lo cierto es que gracias a Miguel Ángel recaudó muchísimo. Hay incluso una persona que aportó 150.000 euros para su tratamiento y otras personas famosas que también pusieron bastante dinero en la fundación de manera generosa y desinteresada. Entonces nadie sabía que todo era un presunto engaño», concluye.