Hassan Alsabeh nació en un campo de refugiados, en el Líbano. Su familia huyó de Palestina cuando él ni siquiera había nacido. Hoy será uno de los intérpretes voluntarios que acompañará durante el proceso de acogida a una de las 630 personas que fueron rescatadas por el «Aquarius» hace ya una semana. Y lo hará porque, explica, «sé lo difícil que es salir de tu país, dejarlo todo por motivos ajenos y sentir que no tienes nada en el lugar donde te acogieron, porque tu vida estaba construida en otro lugar». Si además el idioma no acompaña, asegura, es muy difícil que la sensación de inseguridad e incertidumbre aferrada a ellos desaparezca. «Sin comunicación el miedo no puede desaparecer», indicó.

Hassan no es intérprete profesional, tampoco estudió para ello, pero a pesar de eso puede decir que es cuatrilingüe. Domina el árabe, el inglés, el francés y el castellano. Y ahora también está aprendiendo valenciano a la vez que trabaja como voluntario para Cruz Roja, vía por la cual decidió apuntarse para participar en la medida de lo posible en la llamada Operación Esperanza Mediterránea. Activista de cuna, Hassan ya había trabajado durante años ayudando a Acnur cuando él aún vivía en EE UU, lugar donde buscó refugio tras salir del Líbano y en el que, asegura, le permitió dominar el inglés como si fuese su propia lengua.

Pero el idioma prioritario para él en estos días será el árabe, pues únicamente una decena de los 450 voluntarios domina el idioma u otros dialectos africanos como wollof, de Senegal, o beya, de Eritrea. «La acogida de los rescatados por el ´Aquarius´ está siendo algo muy mediático», reconoció, «pero lo que hay que tener en cuenta es que, al fin y al cabo, es un proceso humanitario».

Y añadió: «Nunca hay que perder de vista que lo más importante: la dignidad de las personas. Sé bien lo que significa ser un refugiado. Y serlo no es una opción».