El sacerdote valenciano Miguel Enrique Cerdá Cutanda, ha fallecido hoy en València a los 57 años de edad, al parecer de un infarto, en la residencia sacerdotal San Luis Bertrán, según informa el Arzobispado de València.

Cerdá era, desde el año 2013, el encargado de la atención a sacerdotes enfermos y jubilados de la diócesis de Valencia.

Natural de la l'Alcúdia (la Ribera Alta), recibió la ordenación sacerdotal en 1985. Entre otros destinos pastorales, fue vicario parroquial de San Jaime Apóstol de Algemesí, así como párroco de los Santos Vicentes, de Corbera, y capellán del hospital Clínico de Valencia.

Miguel Cerdá vivía volcado en la atención a los sacerdotes enfermos con la colaboración de las religiosas Cooperadoras de Betania, que rigen una residencia para presbíteros enfermos y jubilados en Quart de Poblet.

"En nuestra diócesis hay muchos sacerdotes mayores y enfermos crónicos y a ellos hay que sumar los enfermos ocasionales", explicaba hace dos años en el periódico Paraula del arzobispado. Asimismo, ha añadía que "hay que tener en cuenta que tenemos casi 800 sacerdotes en la diócesis con una media de edad elevada".

Cuando un sacerdote enferma, el arcipreste o vicario territorial lo comunicacaba a Miguel Cerdá y en ocasiones, el propio enfermo llama directamente al teléfono habilitado para este servicio. En otros casos, la noticia llega a través de los "Servicios de asistencia religiosa católica en los hospitales" (Sarchs), cuando los capellanes de hospital o personas idóneas tienen conocimiento de algún sacerdote ingresado. Cerdá conocia bien esta red de atención porque había sido capellan del Hospital Clínico de València.

Cuando recibía la información, Miguel Cerdá, que era capellán de las residencia de Quart de Poblet e integrante del equipo diocesano de Pastoral de la Salud, visitaba personalmente al sacerdote enfermo en su casa o en el hospital, o se ponía en contacto con él para ofrecerle su colaboración y ayuda tanto a él como a su familia.

"Cuando la familia no puede atender al enfermo o, simplemente, no tiene a nadie para asistirle, hay que buscar a la persona oportuna para que le acompañe", explicaba Cerdá. En estos casos, se cuenta con la colaboración de las religiosas Cooperadoras de Betania y también de las Siervas de Jesús, de la calle Salamanca, de Valencia, que atienden al enfermo.

Noches velando a presbiteros enfermos

Las Cooperadoras de Betania tienen un grupo de mujeres que asisten al sacerdote enfermo en el hospital o en casa, le acompañan al médico, a la farmacia o por la medicación. El propio Miguel Cerdá reconocía en dicha entrevista que el también había pasado noches velando a enfermos.

Por otro lado, en el caso de sacerdotes que sufren enfermedades crónicas se les hace un seguimiento, se les visita y se les llama periódicamente para ver cómo evolucionan.

Igualmente, añadía, "tampoco hay que olvidar la atención espiritual, tanto del sacerdote como de sus feligreses". Por ello, el vicario territorial u otros sacerdotes de la zona, visitan al enfermo, le confiesan y le dan la comunión.

Además, Cerdá era el encargado de transmitir diariamente al cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, la información de los presbíteros enfermos, tanto de los que están hospitalizados, como en sus casas.

El servicio de atención a sacerdotes enfermos y jubilados fue puesto en marcha hace siete años por el entonces arzobispo de Valencia, Carlos Osoro, y potenciado por su sucesor, cardenal Antonio Cañizares.