Los vory -plural de vor- no solo deben serlo, sino parecerlo, y para ello nada como una exhibición pública de poder y capacidad de convocatoria; exactamente igual que sucede con otros clanes mafiosos. Erik Dzaghinyan, uno de los vory más potentes de cuantos operan en España tuvo su momento Al Capone el pasado mes de mayo, cuando cumplió 35 años.

El presunto delincuente cerró un restaurante entero en un municipio de València para celebrar por todo lo alto ese aniversario. Y recibió, como se merecían, a sus 80 invitados, entre los que había varios vory más, no sólo de los seis clanes desmantelados el martes pasado por la Policía Nacional y los Mossos d´Esquadra en media España y en varios municipios franceses, sino también de otros grupos armenios y georgianos de Bélgica y Francia.

Además de agasajar a sus invitados con un banquete sin límites, contrató música (armenia) en directo y juegos para los más pequeños, dado que los invitados acudieron con sus mujeres y sus hijos al evento.

La celebración de este tipo de fiestas, en las que también se habla de negocios y se discute si lo recaudado para la obschak -caja común, en ruso- de cada clan es o no suficiente, es algo habitual. de hecho, ni es el primer cumpleaños de estas características que celebra Erik, ni él es el único vor que lo ha hecho en los últimos dos años.

Esos momentos son uno de los pocos en los que los clanes mafiosos rusos hacen ostentación pública de su poderío económico, ya que la consigna es llevar una visa lo más austera y discreta posible en los territorios donde «trabajan». Las grandes inversiones -mansiones, hoteles, centros comerciales...- las reservan para sus países de origen.