Miguel Azcona, Felip Montoliu y Marzo Moreno, de 38, 47 y 49 años respectivamente, pasaron las 33 horas más largas de sus vidas atrapados en la Cueva de la Obriga, en El Vallecillo (Teruel).

Los tres espeleólogos, de València, Vila-real y Castelló, reconocen que realmente fueron más duras para sus familiares que para ellos, ya que confiesan que en todo momento estuvieron guarecidos en una de las cavidades, en una zona seca y tras crear un punto de calor, con comida, agua y luz, sin correr peligro alguno.

«Fue peor para la gente de fuera, nosotros podíamos aguantar varios días dentro», admite Felip, al igual que sus otros dos compañeros, experimentados espeleólogos con numerosos descensos, de hasta 1.000 metros de profundidad en la mochila.

Cuando sobre las 20.00 horas del miércoles vieron aparecer a los especialistas del Grupo de Rescate e Intervención en Montaña (Greim) de la Guardia Civil, incluso se sorprendieron de lo pronto que habían accedido hasta ellos, ya que el nivel de agua todavía estaba alto y se habían planteado su rescate a largo plazo, racionando la comida y las pilas de las linternas, calculando poder aguantar entre cuatro y cinco días, según explicaron ayer a Levante-EMV.

«Nuestra preocupación era más por no podernos comunicar con nuestros familiares para tranquilizarlos y decirles que estábamos bien», añade Felip.

Los tres espeleólogos habían comprobado antes de salir las previsiones del tiempo, que apenas daban posibilidad de lluvia ligera el miércoles. Sin embargo, después de que entraran a las doce del martes en la cueva, cayó una tremenda tormenta de verano, de 40 litros por metro cuadrado en solo una hora. «Cuando fuimos a ver el sifón ya había subido el nivel del agua y era imposible pasar», explica Miguel.

«Hicimos un intento por salir, pero desistimos por el riesgo que había hasta que descendiera el nivel del agua», apunta Felip. La temperatura en el interior de la cueva era estable, entre siete y ocho grados. Para combatir el frío establecieron varios puntos vivac en zonas secas, con mantas térmicas y una vela, y se iban moviendo de un lugar a otro.

Asimismo, cada hora y media iba uno de ellos a controlar si había bajado el nivel del agua. «Al comprobar que el nivel bajaba muy lentamente, nos hicimos la idea de que estaríamos varios días hasta que lograran rescatarnos».

Fue todo mucho más rápido. Los espeleólogos agradecen la labor de todos los que participaron en el rescate; bomberos drenando el agua, los buceadores y el Greim de la Guardia Civil. Gracias a ellos solo pasaron una noche dentro de la cueva. Ni siquiera presentaban hipotermia cuando los rescataron.