Buscan en los portales de las inmobiliarias y en los anuncios de los particulares. Necesitan una vivienda en alquiler de tres o cuatro habitaciones con un presupuesto de 400 euros, que han ampliado hasta los 500. El municipio les es indiferente, aunque la proximidad a la capital es «necesaria». Encontrar una vivienda grande a un precio asequible es como buscar un aguja en un pajar, pero «haberlas hailas». Y cuando la encuentran llega el problema. «¿Quién vivirá en la casa?», preguntan los propietarios.

La respuesta es clara: «Son personas que viven en nuestro albergue, personas en exclusión social que han vivido en la calle y ahora necesitan continuar con el programa de vida independiente que tenemos». Es la voz de cualquiera de los trabajadores del albergue de San Juan de Dios de València que busca pisos en alquiler para los usuarios del centro.

Pero los propietarios se niegan. Temen problemas con los vecinos, daños en el inmueble o quedarse sin cobrar el alquiler. Nada más lejos de la realidad. Entonces, el trabajador de turno les explica que el albergue «responde por los usuarios, así que el cobro está garantizado y el cuidado de la vivienda, también. Es gente que ha tenido problemas y ahora necesita una segunda oportunidad».

Pues si es así, que se la dé otro, deben pensar los propietarios porque la entidad lleva desde enero buscando un piso en alquiler. Y no hay manera.

Hasta 500 euros por piso

El albergue de San Juan de Dios cuenta con dos viviendas sociales cedidas por el Ayuntamiento de València, cuatro en propiedad y cuatro en alquiler. Un total de 10 pisos para 37 plazas.

Pagan entre 350 y 400 euros por los pisos arrendados, una cuantía que han aumentado hasta los 500 euros ante un aumento en el precio de mercado ya que los alquileres se han disparado un 40 % en la capital valenciana en los últimos cuatro años al combinarse una mayor demanda y la reducción de la oferta por efecto de los apartamentos turísticos.

Encontrar viviendas en alquiler es la prioridad de esta entidad religiosa ya que «se trata de un primer piso para personas en exclusión social que tienen una pequeña prestación económica y pueden asumir un pequeño alquiler. La independencia económica de las personas que se alojan en este tipo de viviendas es fundamental para favorecer su proceso de autonomía». Y es que «quien no tiene hogar no tiene nada».

De las cuatro viviendas en alquiler que tiene la entidad social San Juan de Dios, una es propiedad de Asunción Marco que le alquila la vivienda a la entidad social desde octubre de 2017. Así, en la casa que heredó de sus padres residen ahora Toni, José Alfredo y Juan, tres personas que han vivido en la calle, que han visto como el alcohol arruinaba sus vidas y los alejaba de sus familias y que, sin embargo, están dispuestos a volver a empezar. De cero. En la casa de Asun, gracias a San Juan de Dios.

Asun está encantada. Cobra el alquiler de forma puntual, la vivienda está «impoluta», los vecinos «no se quejan» y además «ayudo a personas que lo necesitan». Por ello, está dispuesta a acabar con los «falsos mitos» que rodean a las personas en exclusión social que intentan rehacer sus vidas.

«Yo me enteré de este programa por un amigo, que es voluntario en San Juan de Dios. Si la gente desconfía es por deconocimiento. Son gente normal, de verdad. Personas que se han equivocado en un momento determinado y merecen una nueva oportunidad», explica.

La mujer tiene alquilada su casa por 400 euros en el corazón de Benimaclet. Podría obtener un beneficio mayor, pero prefiere una opción social con garantías que la reconcilia con el mundo.