Es su «modus operandi»: rebuscan entre las vivencias de una persona hasta dar con el trauma más enquistado que encuentren para, después, juguetear con él a su antojo y someter al individuo a su voluntad. Hablamos de las sectas.

Grupos liderados por un gurú que arruina la vida del propio afectado, de la familia e, incluso, de la misma sociedad. ¿Su objetivo? crear seres sumisos que le adoren y le rindan obediencia (e incluso servidumbre) con la que revertir las frustraciones de las que ellos mismos fueron carne de cañón en un pasado, explica el psicoanalista especializado en sectas Miguel Perlado.

El rescate de la valenciana Patricia Aguilar de las garras de «Gnosis» (la secta satánica liderada por Manrique) ha jugado un papel clave para poner de nuevo en el ojo del huracán a estos grupos que actúan con libertad por todo el territorio de la península ibérica y que en la provincia de València suponen una quinta parte de todo el movimiento, ya que se calcula que aglutina hasta 55 grupos (en su mayoría, de la santería).

Perlado asegura que no existe una legislación «ad hoc», por lo que cuando una víctima denuncia lo ocurrido normalmente el juzgado se queda «con la foto», esto es, con el consentimiento de la víctima. «Es algo parecido a lo que ocurre en la violencia machista. La víctima está dando el consentimiento, es cierto, no está siendo forzada. Pero hay un proceso detrás. Se trata de un consentimiento viciado, te sitúan ante una falsa baraja de opciones para que elijas finalmente el camino que ellos quieren. Luego llega la explotación».

Gran parte del éxito de este movimiento deriva del «atractivo liderazgo» que se ejerce sobre las víctimas. Las herramientas son elementos masivos de control sobre la personalidad de un individuo. Un método que genera un daño excesivo en la vida del propio afectado. El proceso generado por el mismo líder o guru de la secta evita que la sociedad cree lazos de empatía con la víctima, creando incluso recelo hacia la misma.

«Es el flautista de Hamelín maligno que lleva a todos al precipicio», asegura Perlado. Con ello, el afectado será juzgado nuevamente y se verá obligado a soportar un doble trauma. «Hablamos de otro tipo de manada, una que atrae a sus víctimas bajo el pretexto de la ayuda personal, a pesar de tratarse de una relación humillante y de inmenso dolor», aseguró.

Un objetivo femenino

Existe una constancia en el perfil de la víctima que acude a la consulta de perlado: el 20 % son mujeres de entre 30 y 40 años que acababan de vivir relaciones tóxicas en las que existía maltrato por parte de la pareja (ya sea físico o psicológico).

«Este es un claro factor de riesgo, el gurú atrae a la víctima con un discurso lleno de utopías, asegurándoles que con él su autoestima mejorará. Normalmente las captan como una forma incubierta de prostitución siempre bajo el pretexto de la liberación, la elevación, de abrir el tercer ojo», indicó. Con el posterior embarazo, el líder se asegura un vínculo lo suficientemente fuerte para que la víctima nunca abandone al grupo.