Partido a la mitad y con un futuro plagado de incertidumbres. Así ha encarado el nuevo PP de Isabel Bonig un proceso de primeras inéditoy que hoy llegará a su fin cuando los más de 3.000 compromisarios y compromisarias populares decidan entre Pablo Casado y Soraya Sáenz de Santamaría. Dos lideres muy distintos que pueden ser determinantes para el futuro de la organización valenciana.

Por lo pronto y en espera del resultado, que se conocerá hoy, algo sí está claro. La difícil paz interna que Bonig ha logrado en el PP valenciano estos tres años tras la pérdida del poder y los casos de corrupción se ha resquebrajado y está por ver cómo se reconducirá en los próximos días. Por lo pronto, el ambiente que ayer se vivía en la capital era de fuertes turbulencias. Los populares valencianos votarán hoy muy divididos.

Hay dos fracciones enfrentadas: la que apoya a Santamaría, y en la que está el "aparato" del partido (la dirección regional casi al completo a excepción de Bonig que ayer se mantuvo neutral y las direcciones provinciales); y la que apuesta por Pablo Casado.

El vicesecretario de Comunicación del PP no cuenta con apoyos de relumbrón orgánico en la Comunitat Valenciana, pero ha logrado reunir, de un lado, a una parte de los jóvenes que quiren un nuevo rumbo en el partido, así como a representantes del viejo PP, que se sienten excluidos del proyecto de Bonig. También a aquellos que, por un motivo u otro, piensan que sus expectativas de promoción política pasan porque Casado llegue a Génova, bien sea para recuperar poder orgánico, bien para garantizarse un puesto en las listas, incluso como cabezas de cartel en algunos municipios.

En todo caso, y sea cual sea el resultado de hoy, los populares de Bonig se enfrentan al reto de recomponer el partido cuando apenas quedan meses para las autonómicas. Aunque Bonig insistió ayer en que ha garantizado «la libertad absoluta» del voto a su delegación, todo su núcleo duro está con Santamaría por lo que ella parece su mejor opción para recuperar la cohesión y acallar a los críticos. Una eventual victoria de Casado podría convenirle menos y ello, a pesar de que ideológica y personalmente, Bonig tiene (o tenía) más afinidad con Casado.

«Las listas las hace el PPCV»

Algunas voces procedentes de la candidatura del responsable de Comunicación mantenían ayer que la vida se le complicará a a la dirección regional y a las provinciales (sobre todo en Alicante y Valencia) si Casado llega al poder. Desde la dirección regional, sin embargo, se ponía ayer la venda antes de la herida y subrayaban que sea quien sea el ganador deberá contar con Bonig y con su equipo: «Las listas, indicaban, las seguirá haciendo el PPCV». Otras fuentes, sin embargo, que aseguraban hablar por boca de Casado descartaban una caza de brujas.

En este ambiente de crisis interna, los 274 delegados valencianos (el 73% son hombres) vivieron ayer una jornada histórica cargada de tensión. Algunos ya estaban en la capital desde el jueves (las malas lenguas dicen que desde el entorno del grupo popular en la diputación de València se invitó a varios a desplazarse con antelación a Madrid para hacer "terapia de grupo"), mientras que otros fueron llegando a lo largo de la mañana. La lideresa cogió el AVE de las 13 horas y llegó al Hotel Auditorium con el congreso ya iniciado y asumiendo que no habría unidad.

En muchos casos, los compromisarios acumulaban, a esas alturas ya del proceso, un importante nivel de presión. La mayoría tiene el voto claro, pero todavía en el anden del AVE, había delegados confusos. Que el voto sea secreto y por orden alfabético, les proporciona algo de tranquilidad, pero el voto libre que pregona Bonig no estan sencillo. Uno, porque, el PP es un partido acostumbrado a las directrices, y otro, porque el nivel de presión ha sido importante por ambas candidaturas: llamadas de teléfono, conversaciones personales, etc, que han llegado a la propia Bonig. Las heridas se han reabiero en València ciudad y en Alicante, que no ha logrado sumar a los cargos institucionales.

Llamadas y cena

En las últimas horas, los dos bandos echaron el resto. Aunque algunos compromisarios están curtidos, no todo el mundo soporta igual la presión. De hecho, hay quien incluso esta semana ha llamado a la sede del PPCV para pedir que acabara el acoso.

Otro momento, para atraer votos fue la cena que el PPCV organizó para la delegación en un restaurante de la capital, una cita habitual en los congresos, pero que anoche tenía un interés especial. «Aún se puede rascar algo en ese encuentro» confesaba un cargo.