A pesar de que no era la apuesta del aparato del PPCV, Isabel Bonig tendrá en Pablo Casado un aliado, no sólo en cuestiones ideológicas, sino también en asuntos que están siendo claves para la labor de oposición al Consell de Ximo Puig. En dos ocasiones (una aludiendo específicamente a los valencianos y otra, en términos generales) Casado se comprometió a luchar contra las «imposiciones lingüísticas».

Así, en su primer discurso para convencer a los compromisarios, aludió al conflicto lingüístico y, una vez ya ganadas las primarias, se comprometió a evitar que el nuevo Gobierno de Sánchez «vaya contra la libertad de elección de la educación concertada e intente volver a abrazar el adoctrinamiento educativo o quiera dividir a los alumnos por la lengua que empleen en el colegio».

La reflexión, con el ojo puesto también en Cataluña, coincide con un momento en que el PP ha logrado que los tribunales tumben los planes del Ejecutivo de Ximo Puig para promocionar el uso del valenciano en la Generalitat y en el ámbito educativo.

El nuevo líder del PP tuvo muy presente en su discurso el conflicto catalán y arremetió contra el soberanismo. Su apelación a la unidad de España (el auditorio al completo se sumó al grito de ¡Viva España!) no chirría con el discurso oficial del PPCV, al menos el que abandera Bonig. Lo mismo ocurre respecto a su defensa cerrada de la familia, la Casa Real y su rechazo al aborto o a la eutanasia. Bonig comparte estos principios y, como Casado, no rechaza la etiqueta del centro-derecha. Es más, presume de ella.

Casado, que durante su discurso presumió de valencianía porque su mujer y su hijo nacieron el Elx, pidió también un Pacto Nacional por el Agua, si bien no hizo mención al cambio del modelo de financiación autonómica, el principal caballo de batalla del Consell y un compromiso de los populares de Isabel Bonig.