«Yo me tiré a la montaña con 26 años en el verano de 1946, porque si no lo hago me matan». Así se hizo guerrillero antifranquista Pedro Alcorisa, quien con el sobrenombre de Matías paso seis años combatiendo con la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón (AGLA) por las sierras que hay desde las Hoces del Cabriel hasta Huesca, pasando por Teruel, Cuenca y Castelló. Participó en una de las acciones más audaces del AGLA, la voladura simultánea con dinamita tanto de la vía del ferrocarril a Teruel como la de Barcelona a su paso por Puçol. A tres meses de cumplir los 98 años, el corazón del que quizás sea el último maquis valenciano ha dejado de latir.

De todos sus combates el más celebre y doloroso es el que emprendió en 2007 con 86 años edad, cuando se convirtió en el primer familiar de un desaparecido de la dictadura en solicitar la apertura de una fosa común del Cementerio General de València. Pedía exhumar los restos de su padre, Teófilo Alcorisa, torturado durante una semana hasta la muerte en el cuartel de la Guardia Civil de Arrancapins en abril de 1947. Quería enterrar los restos de su padre junto a los de su madre, Maximina, en el cementerio de Burjassot y poder cumplir así la última voluntad de esta.

La entonces alcaldesa de València, Rita Barberá, nunca accedió. «Puede pedir todo el mundo lo que quiera, ya dirá el juez», dijo. La judicialización del caso bloqueo la apertura de la fosa más de 8 años, tiempo en el que fallecieron dos de los cuatro hermanos de Pedro.

Llegó hasta la ONU

El caso Alcorisa ha tenido repercusiones tanto nacionales como internacionales: el exjuez Baltasar Garzón asumió como abogado la batalla jurídica de esta familia contra el ayuntamiento y el Grupo de Trabajo de Desapariciones Forzadas e Involuntarias de la ONU puso el veto a la exhumación como ejemplo de los obstáculos en España a la investigación de las desapariciones durante la dictadura.

«Lleva 67 años en esta fosa. Tengo 93. ¿Cuánto tiempo más tenemos que esperar para recuperar a mi padre?», se preguntaba Pedro Alcorisa en abril de 2014 mientras con la muleta en la que se apoyaba señalaba el lugar donde estaba enterrado su padre. «Llevo ocho años pidiéndolo, no voy a vivir ocho más», añadía en una frase tristemente premonitoria. Dos años después, el tripartito (Compromís, PSPV y València en Comú) al frente del ayuntamiento autorizó y costeó la exhumación, pero el viejo guerrillero ya no pudo asistir al acto de entrega de los restos de su padre debido a su delicada salud.

Pedro Alcorisa nació en enero de 1921 en Higueruelas, una aldea del municipio conquense de Santa Cruz de Moya colindante con la localidad valenciana de Aras de los Olmos. Era el mayor de los cinco hijos de Teófilo y Maximina.

La feroz represión de la Guardia Civil de la posguerra en aquel entorno rural desafecto al régimen franquista se encarnizó con los amigos y la familia de Pedro, quienes auxiliaban al maquis como enlaces o puntos de apoyo. «En mi aldea éramos todos de izquierdas, y al acabar la guerra vino lo que vino: injusticias, palizas... todo se acumula, sabe», contaba a este periodista en 2005. «A mi compañero -añadía- le reventaron los pulmones de una paliza, lo detuvieron y cuando se cansaron de pegarle lo montaron sobre la grupa de su mula y esta volvió sola hasta su casa. Al día siguiente murió». Pedro ya no aguantó más y se echó al monte con el AGLA. Un año después la Guardia Civil fue a buscarle a su casa, y cómo no lo encontró, se llevaron a su padre, que tenía 51 años.

El Grupo por la Recuperación de la Memoria Histórica que coordina Matías Alonso lamenta la muerte de Pedro: «se nos va un protagonista del episodio de lucha más importante en el memorialismo valenciano. Barberá bloqueó la exhumación del padre de Pedro, aplicando un filtro ideológico a lo que era una simple petición de traslado de restos óseos como se hacen miles a diario en toda España... a la familia Alcorisa aún le quedaba pasar por esta lucha y Pedro no iba a tener paz ni aún al final de su vida; este episodio pudo con él».

«Pedro no quiere homenajes, sólo una cremación rápida sin llamar la atención, en soledad... es su voluntad y así se hará. Pero eso no borra la deuda que los demócratas tenemos con él», concluye Alonso.