«No le preguntéis a nadie a quién ha votado. Todos habéis ganado». La frase la pronunció ayer en su discurso el recién elegido presidente nacional del PP, Pablo Casado, en un llamamiento a la unidad del partido y tratando de mandar un mensaje de tranquilidad hacia el bando perdedor. A muchos, en el PP de la Comunitat Valenciana, les vendría bien que así fuera, pero hasta los más optimistas dan por hecho que la guerra abierta por el relevo de Mariano Rajoy tendrá consecuencias en un territorio en el que su presidenta, Isabel Bonig, se mantuvo neutral, pero cuyo aparato estaba volcado en cuerpo y alma con Soraya Sáenz de Santamaría.

Casado ganó ayer con holgura a su contrincante (un 60% de los votos), y ello a pesar de que, en el caso de la Comunitat Valenciana, todas las direcciones provinciales y el grueso de la dirección regional habían trabajando activamente por hacer ganadora a la exvicepresidenta del Gobierno. A favor han trabajado otros dirigentes (algunos se unieron desde el principio y otros, después,al fracasar la opción de Dolores de Cospedal), un bloque hetereogéneo que engloba, desde los que comparten sin más el proyecto político de Casado, hasta quienes están descontentos con la lideresa o directamente en su contra por quedar fuera de los círculos de poder. Estos últimos se crecieron ayer tras la derrota de Santamaría y es de esperar que aspiren a recuperar influencia en el partido.

«Se nos van a poner las cosas difíciles», confesaba ayer un destacado dirigente que forma parte del núcleo duro de Bonig y que estos días se había batido el cobre para convencer a los compromisarios y compromisarias valencianas para que apoyaran a Santamaría.

En este contexto, todo apunta a que la victoria de Casado precipita una crisis interna en el PP de Isabel Bonig cuando apenas quedan ocho meses para las elecciones autonómicas y municipales y se está en pleno proceso de confección de candidaturas electorales.

A corto plazo, el futuro de la lideresa y su equipo no se cuestiona. Otra cosa será a partir de las elecciones. Desde la candidatura de Casado se da por hecho que Bonig será el cartel electoral e incluso ayer seguían valorando el hecho de que se haya mantenido neutral en el proceso, sin ejercer presiones. Estas fuentes aseguran que no hay ánimo de revancha y que el objetivo es ganar las elecciones. Ahora bien, admiten que han tomado nota de quienes consideran han jugado sucio en la campaña.

Por su parte, desde el entorno de la lideresa se aseguraba que se encara el resultado de las primarias con total tranquilidad, al tiempo que se recordaba que Bonig ganó su congreso regional por primarias y está tan legitimada por las bases como Casado. Cuestionarla sería descabellado y un suicidio político con las elecciones a la vuelta de la equina.

Pero, su neutralidad la debilita en la medida en que este proceso supone un serio revés para los barones provinciales en los que ella ha sustentado su liderazgo. La derrota se produce, además, en el momento en que debe abrirse el proceso para la confección de las listas autonómicas y municipales. El entorno de Bonig se reafirmaba ayer en que tanto la candidatura a las Corts, como la de los municipios (excepto las capitales de provincia) son competencia de la dirección regional. Sin embargo, como en todo, Génova tiene la última palabra y en todo caso, mucho que decir.

Un vistazo a las caras de algunos responsables y, sobre todo, a la lista del comité ejecutivo nacional que ayer adelantó Casado permite augurar turbulencias en los próximos meses y el germen de los futuros contrapoderes a los barones provinciales.

El vaticinio parece especialmente claro en el caso de Alicante. Dos de sus principales apoyos, la secretaria general del PPCV, la alicantina Eva Ortiz, y el presidente provincial de Alicante, José Císcar, se han volcado para recabar votos a favor de Santamaría. Ninguno de ellos logra mantenerse en el comité ejecutivo nacional. El principal contrapeso de Císcar en Alicante, el jefe de la diputación de la provincia, César Sánchez, tiene, en cambio, un sillón reservado. Si Santamaría hubiera ganado, Ortiz y Císcar se habrían quedado. Por si fuera poco, tendrán que seguir lidiando con uno de sus más feroces críticos, el exministro de Exteriores Manuel García Margallo, que se presentó a las primarias y que Casado ha rehabilitado.

Lo mismo ocurre en Castelló. El nombre del presidente del PP provincial, Miguel Barrachina, estaba en la lista de la exvicepresidenta, pero no en la de Casado, quien ha preferido incluir a la portavoz del PP en el Ayuntamiento de Castelló, Begoña Carrasco, uno de los pocos cargos que trabajó activamente para el ya presidente.

En la provincia de València, el principal revés es para el presidente de la gestora, Rubén Moreno, a quien Santamaría prometió despacho en Génova y que ahora pierde influencia.