La adicción a los fármacos contra el dolor, los opioides, ha obligado a EE UU a decretar una emergencia sanitaria. En España la situación no es tan grave, pero el Ministerio de Sanidad ya ha alertado de que el consumo de estos medicamentos se ha disparado un 83,5 % en apenas siete años (2008 a 2015). Varias sociedades científicas ya han elaborado recomendaciones para que estos fármacos sean recetados y consumidos en su justa medida y algunas comunidades autónomas ya se han puesto manos a la obra para controlar la dispensación de estos fármacos, que tienen un enorme poder de adicción y por tanto de generar síndrome de abstinencia si se retiran de forma brusca.

La Comunitat Valenciana es una de ellas. En 2016 la Conselleria de Sanidad puso en marcha un plan para reducir el consumo de los denominados opioides mayores, los que más problemas de adicción generan. Lo hizo alertada tras comprobar que el consumo de estos fármacos se había disparado. Los envases consumidos se han incrementado nada menos que un 134 % entre 2008 y 2014, al pasar de 376.170 a 881.071 según los datos de Sanidad. Los pacientes en tratamiento aumentaron durante estos años de 28.384 a 75.751.

El plan se ha desarrollado entre el primer cuatrimestre de 2016 y el último cuatrimestre de 2017 y se ha centrado en tres de los medicamentos del grupo terapéutico de opioides mayores más consumidos. Durante este tiempo se revisó la medicación a miles de pacientes de la Comunitat Valenciana comprobando si los medicamentos que consumían eran los adecuados a su patología, si lo hacían en la dosis correcta y durante el tiempo adecuado, si había fármacos duplicados o si había riesgo de interacción con otros medicamentos.

El resultado, según los datos aportados por la Conselleria de Sanidad, es que durante el año de funcionamiento del plan la dispensación de los tres medicamentos ha disminuido entre un 49 % y un 51%.

Generan dependencia

El problema es que el consumo de esos medicamentos fuera de control puede generar una dependencia física y adicción. Aunque se trata de fármacos que hasta hace poco tiempo tenían indicaciones muy claras, por ejemplo para pacientes oncológicos o recién operados, en los últimos años su uso se ha extendido a veces sin el control necesario. «Es muy frecuente recetar parches contra el dolor a personas mayores con dolor crónico óseo, como artrosis. Los usan mucho tiempo, y al final nos hemos dado cuenta de que hay muchos abuelitos enganchados a estos parches», señala Aurelio Duque, presidente de la Sociedad Valenciana de Medicina Familiar y Comunitaria.

Otra situación frecuente con la que se encuentran los médicos de familia «es que los especialistas, sobre todo en Traumatología, los recetan tras una operación de prótesis de cadera, pero después no se controla cuándo retirar esta medicación que acaba provocando efectos secundarios en los más mayores, como desorientación o letargo».

El representante de los médicos de familia cree que lo fundamental es que la prescripción de estos fármacos se ajuste verdaderamente a la patología para la que están indicados en su prospecto. «Es muy frecuente, por ejemplo, que los parches de lidocaína, que sólo están indicados para la inflamación de un nervio tras un herpes ahora se receten mucho para combatir la lumbalgia». Aunque en su opinión aún estamos lejos de la alerta sanitaria que se vive en EE UU, donde este tipo de fármacos se pueden adquirir sin receta, «por experiencia sabemos que lo que ocurre al otro lado del Atlántico, en diez años lo sufrimos nosotros, por eso es importante tomar medidas ahora».

Según datos del Ministerio de Sanidad, el consumo de estos productos contra el dolor ha pasado de 7,25 dosis diarias por 1.000 habitantes y día (DHD) a 13,31 entre los años 2008 y 2015. Sanidad precisa que durante este periodo la oferta de opioides se ha mantenido «más o menos estable en lo que respecta a nuevos principios activos». Lo que sí ha variado es la forma de presentación de estos medicamentos. «Ahora se comercializan en forma de spray, que eliminan el dolor muy rápido, lo que a su vez genera mucha más adicción en personas ya de por sí predispuestas a ello», explica Duque.

Al margen del plan puesto en marcha para reducir el consumo de opioides, para profesionales como Ana Peiró, coordinadora del grupo de investigación en Neurofarmacología aplicada al dolor y diversidad funcional del Hospital General de Alicante, «la situación en España y en concreto en la Comunitat Valenciana está muy controlada» en cuanto a consumo de estos fármacos. Para Peiró existe incluso un «infratratamiento del dolor fruto del miedo de los profesionales a recetar este tipo de medicamentos». Una situación que considera «injusta porque no hay derecho a que alguien viva sufriendo dolor». Uno de cada cinco españoles, el 20 por ciento de la población, sufre dolor crónico, según datos de la Sociedad Española del Dolor. Las personas que sufren dolor crónico suelen tardar de media nueve años en lograr controlarlo.