El PP intentó ayer coser heridas en un acto de partido celebrado en Santa Pola y exhibió unidad ante el reto de recuperar instituciones en las elecciones de mayo de 2019. Después de que el congreso de los populares del pasado julio para suceder a Mariano Rajoy dejara partida las relación entre Génova y la dirección regional que lidera Isabel Bonig, así como la provincial en Alicante capitaneada por José Císcar, la formación buscó ayer la imagen de piña.

El nuevo líder del PP, Pablo Casado, dio su aval a Bonig, la «mejor» candidata del partido a las Corts en los próximos comicios y la invitó a formar parte del «clan de la horchata», núcleo duro de los defensores de Casado que brindó con esta bebida para celebrar de forma simbólica su posicionamiento los días previos al congreso frente a la candidatura de Soraya Saenz de Santamaría, con quien se posicionó el equipo de Bonig, incluida la secretaria autonómica del PPCV, Eva Ortiz. Todo ello en un ambiente de incertidumbre por lo que pueda pasar con el futuro de Casado cuando el Tribunal Supremo se pronuncie sobre su máster.

Tanto Bonig como su número dos no tuvieron más remedio que beberse la horchata junto a Casado y sus fieles en la Comunitat Valenciana, toda una metáfora reflejada en una imagen que daba a entender que había que subirse al carro ganador, pero que las distancias están servidas.

Casado mostró músculo en la provincia con una corte de adeptos con la que ya está marcando quien será «su» gente de confianza. El principal peso del «aparato» provincial de Alicante estuvo ausente: José Císcar no acudió a la cita porque ya había avisado días antes que se encontraría de viaje.

La portavoz del PP en el Congreso, Dolors Monserrat, y el nuevo secretario general del PP, Teodoro García, también acudieron junto a los senadores de la formación (aunque faltó Asunción Sánchez Zaplana), diputados nacionales, diputados autonómicos o diputados provinciales.

Eso sí, nadie quiso hablar de las listas para encarar las elecciones autonómicas y municipales de 2019. En los municipios de más de 20.000 habitantes «se harán como siempre: en coordinación con Génova y la regional», dijeron fuentes del PPCV.

Destacada fue la presencia de Vicente Betoret, enemigo político número uno de Bonig a quien Casado también ha incluido en el núcleo orgánico del partido. Su presencia sirvió para marcar que ahora el PP de Casado tiene su equipo en la Comunitat Valenciana y en Alicante al margen de los cauces oficiales de la dirección autonómica y provincial. Y que Isabel Bonig tiene sus días marcados en el calendario con un punto de inflexión puesto en los resultados de los comicios de mayo.

Ni rastro, eso sí, de Alejandro Morant, otro de los apoyos de Casado en Alicante y a quien el presidente del PP silenció hasta el punto de evidenciar que Génova no tomará represalias contra él.

La polémica por sus declaraciones de corte racista le ha perseguido toda la semana, pero a preguntas de los periodistas se limitó a atacar la política migratoria del PSOE y, lejos de afear las palabras de Morant, dijo: «El Gobierno me ha dado la razón en apenas dos semanas. No era posible la política de papeles para todos». Tampoco acudió el presidente de la Diputación de Alicante, César Sánchez, quien ha entrado en la ejecutiva nacional, al encontrarse de viaje.

Desconfianza mutua

Tras realizar un homenaje a los dos fallecidos en Santa Pola en 2002 en un atentado de ETA, entre ellos una niña de 6 años, los populares se trasladaron al puerto para un acto con militantes, donde se produjo el simbólico brindis con horchata junto a Bonig y Eva Ortiz. Pero el dulce regusto a chufa no aplacó el tufillo a bandos.

El primer acto de Casado en la C. Valenciana como presidente del PP no fue cómodo para los que defendieron a Saenz de Santamaría. Ni siquiera para los ganadores del congreso. Se vieron gestos en los que se palpaba cierta desconfianza mutua.