La historia del incendio que ya ha arrasado 3.003 hectáreas entre las comarcas de la Vall d'Albaida y la Safor es, a su vez, la del drama. Medioambiental, por el incalculable daño que sufre el monte, y el personal, porque al menos 40 familias se han quedado sin una parte de sus vidas. Algunos de los inmuebles a los que llegaron las llamas, de hecho, se encuentran, según las palabras de la propia alcaldesa de Gandia, Diana Morant, en estado de «ruina total».

«Hay personas que lo han perdido absolutamente todo». Así se expresaba ayer, en conversación con este periódico, una de las personas que está colaborando en la gestión de los realojos de la gente que fue sacada de sus casas entre el lunes y el martes de las urbanizaciones de Gandia y Barx.

El fuego llegó a las viviendas de las urbanizaciones Monte Pino, Montesol y Las Cumbres, todas ellas pertenecientes a Marxuquera, en término municipal de la capital de la Safor.

Otras fuentes municipales contaban a Levante-EMV el caso de dos mujeres que ayer por la tarde conocían que sus casas habían sido completamente destrozadas. En el Espai Baladre recibían ayuda psicológica y asesoramiento para tratar de gestionar el drama que supone quedarse sin nada.

El ayuntamiento, durante la tarde de ayer, ya fue llamando particularmente a los propietarios de viviendas que sabían que habían quedado total o parcialmente afectadas por el fuego.

Muchos ya intuían que su vivienda había sido pasto de las llamas unas horas antes. Es el caso de Javi, un vecino de Gandia que tiene una vivienda de madera de dos plantas en Montesol. «Me he quedado con la ropa que llevo puesta», explicaba en conversación con este periódico. Aseguraba estar «en shock» y «con pocas ganas de hablar» y narraba que llevaba dos noches en casa de su madre. Pudo salir de la urbanización junto a su mascota.

Durante toda la jornada reinó la incertidumbre. Las autoridades querían estar seguras de qué casas se habían visto afectadas y optaron por no decir nada hasta tener los datos. Esto impacientó a muchos vecinos, que se quejaban de «desinformación». Es el caso de un hombre que no quiso revelar su nombre y señalaba a este periódico que «no pueden tenernos en vilo», porque, «las autoridades sí que tienen la información y deben darla», se quejaba. Àlvar Moncho, próximo a Montesol explicaba que «fue todo súper rápido, cuando cambió el viento. En cinco minutos tuvimos que salir».