Dos parajes naturales municipales volaron en los dos primeros días del incendio de Llutxent: el Surar, con un bosque de alcornoques y un refugio-aula de educación ambiental inaugurado hace apenas dos meses y ya pasto de las llamas, y el frondoso Barranc de Borrell, en Gandia, si bien en este último caso se salvó la otra pata de todo ese espacio protegido, el entorno de la Cova del Parpalló, con su centro de interpretación.

El fuego, que se inició el lunes por la tarde tras la caída de un rayo latente y se dio por controlado el viernes, deja un balance de 3.270 hectáreas quemadas en siete términos municipales entre la Safor y la Vall d'Albaida.

La naturaleza hará su trabajo y la vida pronto se abrirá paso en una orografía muy escarpada con numerosas pendientes y barrancos, pero se han perdido bosques maduros típicamente mediterráneos con su respectiva fauna, que costará años volver a contemplar.

El Barranc de Borrell queda al oeste de la carretera CV-675 que une Gandia y Barx, justo entre la Drova y las urbanizaciones Montesol y Montepino, las que también fueron fatalmente arrasadas.

Esta pendiente ya sufrió otro incendio a principios de los años noventa. El biólogo Jesús Villaplana apunta que se regeneró bien «y ya había una maquia de arbustos bastante desarrollada, pero ahora hay que volver a empezar».

Precisamente la evolución favorable del ecosistema la marcaban las aves forestales, aquellas que están asociadas a grandes masas arbóreas. «Especies como el herrerillo, el pinzón, el carabo, el arrendajo, la curruca capirotada, el picogordo, el piquituerto... Muchas habrán huido con las primeras llamas y no volverán», se lamenta Villaplana. También habrá que investigar qué ha sido de las escasas parejas de águilas y aves rapaces de la superficie afectada por el incendio, como la culebrera, el águila calzada, el búho real y el águila real. «Por fortuna, no estamos en época de cría y en estas fechas los polluelos ya son capaces de volar», continúa el biólogo, profesor del Campus de Gandia de la Universitat Politècnica de València.

El incendio afectó a la Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) de Mondúver-Marjals de la Safor y al Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) de las sierras del Mondúver y Marxuquera, áreas naturales que forman parte de la Red Natura 2000. En cuanto a flora se teme también por la «tramussera valenciana», planta endémica de la Serra Grossa.

Villaplana también vaticina que otras poblaciones de animales se habrán visto gravemente mermadas, como la ardilla o el zorro. Y los que han sufrido una muerte segura son los roedores y los reptiles, los que menos capacidad de movimiento tienen ante una catástrofe de estas características. Por lo que respecta a los jabalís, es probable que bajen a las faldas de las montañas e incluso los huertos (todavía más si cabe), sobre todo los que se refugiaban en la parte alta de la Serra Grossa y se han quedado sin su hábitat.

El biólogo es partidario de no hacer intervenciones de reforestación en el monte al menos hasta finales de año, más allá de asegurar taludes o retirar árboles con riesgo de desprendimiento. «Tenemos a favor la gran pluviometría de la zona, especialmente en la Caldereta y el Borrell, pero por otra parte el principal temor es que las lluvias torrenciales del otoño erosionen el suelo y se lleven las cenizas, que son sales minerales y nutrientes necesarios para regenerar el ecosistema».

Para concluir, Villaplana está convencido que este gran incendio «hará que las autoridades se planteen en serio las políticas medioambientales y la manera de urbanizar en las montañas».

«En los últimos 12 años -apunta Óscar Martí- los incendios han castigado a toda la zona central de la Safor y la vertiente este de la Vall d'Albaida, a este paso nos quedaremos sin montañas». Martí es divulgador ambiental y coautor de los libros «El Mondúver a un tir de pedra» (Edicions del Bullent, 2017) y del «blog» en internet «A un tir de pedra».

A la pérdida de flora y fauna hay que añadir el valor sentimental de lo quemado. «El Borrell ha sido la puerta de entrada a la naturaleza para muchos gandienses», señala Xavier Ródenas, ingeniero forestal y desde 2015 concejal de Medio Ambiente en Gandia. El paraje natural del Parpalló-Borrell tiene 560 hectáreas y está protegido desde 2004. «Recientemente habíamos acabado allí unos trabajos forestales con dos brigadas que habían trabajado durante mes y medio haciendo podas, fajas auxiliares y otras mejoras». El ayuntamiento también repondrá las señales de madera quemadas.

Por su parte, el Ayuntamiento de Llutxent, como ya informó este periódico, ha activado el «Proyecto Fénix»para canalizar las múltiples peticiones para colaborar que está recibiendo y reclutar voluntarios que quieran participar en la recuperación del paisaje.

Por fortuna, son más los enclaves naturales que se han salvado o han quedado intactos, empezando por la Drova, el valle de Barx que el poeta Josep Piera ha elevado a categoría de mito. Restan intactos también el Cingle Verd, el Barranc de la Manesa, que también tiene alcornoques como el Surar, la Font del Lloret, o el Pla de les Simes, en Barx, este último considerado un paraíso para los amantes de la espeleología.