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El ejemplo de la recuperación de la Vallesa

Vida después de las cenizas

Se cumple el 24.º aniversario del incendio de la Canyada, que movilizó a los vecinos hasta lograr la protección del bosque

Vecinos de la Canyada huyendo de sus casas en agosto de 1994 por el incendio de la Vallesa. levante-emv

«Todavía me acuerdo del cielo negro y del miedo, era muy angustioso no saber si tenías el fuego cerca o lejos», recuerda José Carot, vecino afectado por el incendio de la Canyada en 1994. Una sensación compartida casi 25 años después por muchos vecinos de la Safor y la Vall d'Albaida desde que el incendio de Llutxent transformase el paisaje en llamas y sollozos.

El incendio, que se dio por controlado el pasado viernes por el Consorcio de Bomberos , ha dejado más de 3.200 hectáreas calcinadas y a 3.000 personas desalojadas. Tras tres días de intenso fuego, del paraje natural de estas comarcas quedan cenizas y una incógnita: ¿qué viene después?

Entre llamas de 20 metros que se propagaban rápidamente a causa del viento de poniente, miles de vecinos de la Canyada huían de sus casas cargados con sus pertenencias y la inquietud de no saber si podrían volver. «Te ibas sin saber qué encontrarías a la vuelta», comenta José, quien afirma entender «el dolor y la incertidumbre» de los vecinos de Llutxent. Casi 25 años después, el drama se repite, pero las circunstancias son distintas.

La Canyada tras el incendio

«Ver la Canyada quemada fue un gran impacto, ya que me he criado allí», recuerda Quico Pellicer, miembro de la Coordinadora en Defensa de los Bosques del Turia nacida de aquella tragedia. Pese al mal recuerdo, se muestra optimista y reconoce que «se ha avanzado mucho desde el 94». En aquel verano, como informan desde la Junta de Barrio de la Canyada, los hidrantes de incendios no funcionaban debido a la falta de presión, los camiones de la Unidad Militar de Emergencia (UME) no podían acceder a la zona boscosa y las primeras vigilancias tras la extinción del fuego fueron de voluntariado. «En una escala de seguridad de uno a 100, antes estábamos a menos 25. Todo fallaba, ahora hay un protocolo que antes era impensable», explican.

Ahora «ya casi no quedan huellas del incendio» y los caminos son mucho más accesibles, pues se diseñaron diferentes rutas de entrada para que los servicios de emergencias pudieran desplazarse sin problemas. Luego se instaló una torre de vigilancia en un cerro que ahora ha sido dotada de una cámara con sensibilidad térmica y que ha servido para detectar pequeños incendios en Manises o Quart de Poblet. También hay varios sensores de humo y temperatura colocados estratégicamente en diversos puntos del bosque.

La Brigada Forestal de Policía Local de Paterna realiza labores de vigilancia durante todo el año, especialmente en aquellas áreas no detectadas por la cámara térmica. Las labores de limpieza de las zonas perimetrales de las casas lindantes con el bosque de la Vallesa es otra de las medidas de prevención que se han conseguido aplicar con los años tras el desastre.

A esta lista, y con una dotación presupuestaria que ronda los 400.000 euros, se suman los clareos de arbolado y matorral en la zona de la Vallesa, impulsada por el Ayuntamiento de Paterna mediante el Área de Medio Ambiente. Tras el fuego, los pinos crecieron anárquicamente masificando el terreno. «Gracias a las labores de clareo, que se iniciaron en 2015, se ha podido recuperar la biodiversidad de la zona quemada», asegura Carles Martí, concejal de Medio Ambiente.

La «Volta a Peu» se realiza cada verano desde que se produjo el incendio y pretende contribuir al mantenimiento de la zona boscosa a través del deporte. «Ayuda a que los vecinos valoren su monte», añade el edil paternero.

No obstante, el motivo de que cada vez se produzcan más grandes incendios traspasa las razones meteorológicas. La desatención de las zonas montañosas, el cambio climático y las políticas territoriales son factores adversos en la lucha contra el fuego, como apuntan desde la junta. «Sin la acción y presión ciudadana estas medidas no se hubiesen efectuado y, seguro, se habría repetido el incendio del 94», alertan. Del mismo modo, añaden que «no hay continuidad en las medidas» y responsabilizan a instituciones y organismos gubernamentales de este hecho, afirmando que «el monte no interesa porque no vende», y que la clase política no adopta medidas «con perspectiva de futuro, sino con perspectiva de elecciones».

Fuego y miedo

Después del incendio, queda el miedo y un futuro de recuperación de la biodiversidad. «Las consecuencias psicológicas son enormes», se lamenta José Carot. «Cuando cambiaron las bombillas de las farolas a unas de color anaranjado, la ansiedad era enorme. Al ver ese resplandor por la ventana solo puedes pensar en el incendio», comenta. La prevención es la «única alternativa» para no lamentar nuevas catástrofes, según aconseja Pellicer. «Solo nos acordamos de Santa Rita cuando llueve. Tras un incendio nos escandalizamos y solo en ese momento somos conscientes de la cantidad de maleza que hay en los bosques», denuncia.

A pesar de las contrariedades y el largo proceso de regeneración del terreno calcinado, Llutxent, Gandia o Pinet tienen en el caso de la Canyada un espejo en el que poder mirarse.

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