Atemorizadas, con el bolso cruzado y colocado en el lado opuesto a la calzada y la mano encima por si acaso, tratando de evitar tanto calles solitarias como aglomeraciones. Así salen a pasear muchas ancianas en Torrent después de conocer el triste final de Amparo Baviera, la mujer de 76 años fallecida apenas unas horas después de ser asaltada por un tironero que pretendía apoderarse de su bolso. Cada vez son más conscientes de que son víctimas propicias para este tipo de delincuentes escurridizos y cobardes, que ven en las personas de edad avanzada un objetivo fácil de abordar y que en caso de resistirse no les alcanzaría si salen corriendo. Sin embargo, si el ladrón se parara un segundo a valorar el exiguo botín que puede obtener y la pena a la que podría enfrentarse por un delito de robo con violencia, quizás a la próxima se lo pensara dos veces antes de actuar.

A esto se suma el riesgo físico que corren sus víctimas, quienes a esas edades, debido a una mala caída, suelen sufrir lesiones graves como la tan temida rotura de cadera. E incluso en ocasiones acabar en muerte, como el reciente caso de Amparo y el de María Alandí, de 86 años y también vecina de Torrent. Ambas perdieron la vida en similares circunstancias en apenas dos años y tras sendos robos en calles del centro de este mismo municipio.

«Tenemos miedo y cada vez más. Y en las casas tampoco estamos seguras porque llaman a la puerta y no sabes si abrir o no», confiesa Ana Cervera, vecina de la septuagenaria fallecida. Esta misma semana una mujer de 82 años era encontrada muerta en su vivienda de València y los forenses hallaban en la autopsia indicios de asfixia por sofocación. Por el momento el caso sigue en investigación. En 2010 otra mujer que vivía sola en su casa de Xirivella, Isabel Sanz, de 79 años, fue asfixiada con una manta al sorprender a dos ladrones que pretendían llevarse su televisor. O Catalina Morales, de 87 años, quien fue estrangulada en su piso de Mislata. Por suerte, se trata de casos aislados.

No lo es así otro tipo de delitos cometidos sobre este colectivo tan vulnerable como el «abrazo cariñoso», en el cual el delincuente se acerca a su víctima para sustraerle al descuido la cartera, o los llamados «cogoteros», que esperan a los ancianos a la salida del banco para arrebatarles la pensión de un certero golpe. La pena en uno u otro caso sería bien distinta, ya que en el primero se trata de un delito de hurto y el segundo es, al igual que en los tirones de bolso, un robo con violencia.

Reclaman vigilancia

«No estamos seguras. A ver si ponen más vigilancia», exige Conchín, quien desde el fallecimiento de Amparo Baviera ha visto como muchas de sus clientas mayores tratan de evitar pasar por la calle Sant Antoni de Pàdua de Torrent donde se produjeron tres tirones en apenas dos días, entre ellos el que le costó la vida a su vecina. Al igual que ella, Felisa Lorente, reclama más presencia policial en las calles para disuadir a los tironeros.

No obstante, pese a esta sensación de inseguridad y que cerca de un 90 por ciento de los tirones son cometidos sobre personas de edad avanzada, las cifras de robos con violencia en las que se engloban este tipo de delitos han bajado en los últimos años. Según datos del Ministerio del Interior, en Torrent se ha pasado de 48 robos violentos en el primer semestre de 2016, a 30 en 2017 y otros 29 en el mismo periodo de 2018. Además de al presunto autor de la muerte de Amparo, en prisión provisional desde el jueves, la Policía Nacional ha detenido en València este mes a dos activos tironeros. A uno de ellos le imputan seis asaltos y al otro al menos dos. Ambos tenían como objetivo prioritario ancianas.