El tapiz rojo entremezclado con el color violeta de las camisetas crecía por las principales calles de Buñol después de que la Tomatina ganara el pulso al temporal en pleno agosto. La mañana del último miércoles del mes amaneció con sol a pesar de las previsiones y el calor inundó la jornada. Una marea de gente se mezclaba entre los ríos de zumo rojo que acabó en los desagües del municipio de la comarca de la Hoya de Buñol.

Meterse en la Tomatina es entrar en un túnel de emociones. Una auténtica olla a presión donde el único idioma que manda es el grito de la palabra «tomate». La adrenalina de los 20.000 participantes se sentía hasta en las plantas más alta del Ayuntamiento de Buñol, donde estaban las autoridades como la alcaldesa, Juncal Carrascosa; el presidente de la Diputación de Valencia, Toni Gaspar; y el portavoz de Compromís en el Congreso, Joan Baldoví, quien no dudó en subirse a uno de los camiones para vivir la fiesta más intensamente. Asimismo, los 145.000 kilos que inundaron Buñol de tomate fusionaron culturas de Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, Australia, India, Japón, Corea del Sur o Canadá, entre muchos otros países, en una fiesta declarada de interés turístico internacional desde 2012. En concreto, participaron un 39,2 % de españoles; 11,7 de ingleses; 4,6 % de estadounidenses; 3 % de franceses y 2,4 % de australianos.

A las 9 horas empezó la jornada con la cucaña del jamón donde los asiáticos no desistían en su empeño de trepar por el palo enjabonado. Pegados unos encima de otros, resistieron en su intención pero no consiguieron descolgar el premio. Antes de las 11.00 horas, los participantes, como si de un volcán en erupción se tratara, vocearon hasta que empezó a desfilar el primer camión de los seis. Los lanzadores que se encontraban encima del vehículo arrojaban tomate ignorando adónde y a quién iba y, en ese momento, esta hortaliza desfallecía su rojo con consistencia en los miles de participantes hasta convertirse en un bálsamo sólido donde se embadurnaban.

«Estar en el camión es lo máximo»

Jessica Manzano y Silvia Machancoses atendieron a Levante-EMV con las pulsaciones altas después de bajar del camión número 3 y, rociadas de zumo rojo, relatan que «la experiencia es recomendable». Ambas se levantaron a las 7.00 horas y fueron a la Avenida del Prado, desde donde salían los vehículos de carga. Manzano, vecina de Buñol, explica su segunda experiencia encima del vehículo que transportaba las hortalizas: «Estar arriba es lo máximo porque dominas la fiesta, me he sentido muy poderosa. Otros años también he disfrutado de la Tomatina a pie de calle pero no es lo mismo y ahora, que tengo esta experiencia, ya no me volveré a meter en el meollo si no es encima del camión».

Por su parte, Machancoses define su primera vivencia en la fiesta como «emocionante» y asegura que «vamos enganchadas con un corsé para que cuando el camión bascule y tire tomate, no nos caigamos. Además, la cantidad de gente hay en las calles da miedo». «Es una fiesta que se disfruta con buen humor, donde todo el mundo lo pasa bien y hay mucho respeto», afirma un participante de Argentina a Efe.

El punto violeta

La alcaldesa de Buñol, Juncal Carrascosa, describe la tomatina a este periódico como «una fiesta divertida, loca y fugaz». Además, hace hincapié en la utilización de esta fiesta como «una altavoz mediático por la repercusión que tiene y, este año, nos hemos centrado en la campaña del #NoesNo contra la violencia de género». En este sentido, el evento estuvo comprometido este año con la lucha contra la violencia machista debido a la puesta en marcha de un «punto violeta».

Este servicio consistió en que representantes del Movimiento Mujeres Democráticas de Buñol junto con 300 voluntarios servían de enlace entre las personas que, en un supuesto caso, hubieran sufrido una agresión y los cuerpos de seguridad. Estos voluntarios, repartidos entre el recorrido y fuera de él, vistieron de morado como homenaje a las víctimas de la violencia machista.

Por otra parte, más de 700 agentes velaron por la seguridad de la fiesta entre Protección Civil, Guardia Civil, Policía Nacional, Policía Autonómica, Policía Local, Seguridad Privada. De hecho, se contó con un helicóptero, un hospital de campaña, 12 ambulancias (6 de las cuales son Samur) y cámaras en enclaves destacados, entre otros dispositivos.