El 11 de enero de 2009 Mohamed Alimoussa viajó desde Murcia a Paiporta con la clara intención de acabar con la vida de dos chicas jóvenes a quienes conocía de frecuentar el bar que regentaban, y del que había sido invitado a salir en al menos tres ocasiones.

Al llegar a la ciudad compró un cuchillo de cocina de 32 centímetros de longitud y esperó agazapado tras una furgoneta a que cerraran el local para, de forma sorpresiva y sin darles posibilidad alguna de defensa, asestar varias puñaladas a ambas víctimas.

Carolina Planells, de 23 años, murió al atravesarle el corazón una de las cuchilladas, mientras que su amiga Susana sobrevivió tras 16 días hospitalizada en estado crítico. Así lo consideró probado la sentencia de la Audiencia Provincial de València de 2010.

No obstante, el acusado fue declarado inimputable al acreditar que padecía «un trastorno psicótico con ideas delirantes de perjuicio y místico-religiosas». Eso le permitió eludir la prisión y se le impuso una medida de internamiento en el Hospital Psiquiátrico Penitenciario de Fontcalent por un plazo de 33 años.

Según ha podido confirmar Levante-EMV, el doble asesino -autor de un asesinato consumado y otro en grado de tentativa- goza de permisos desde principios de 2017. Apenas ocho años después de su crimen Mohamed A. puede salir a la calle tranquilamente los fines de semana siempre y cuando se haga cargo de él un familiar.

Desde que tuvo conocimiento de esta situación, que no le había sido comunicada oficialmente de modo alguno, la víctima que sobrevivió a su vil ataque vive atemorizada sin poder salir de casa sola. «Los días que él sale de prisión tengo que quedarme yo encerrada por miedo», lamenta Susana, quien todavía hoy sigue en tratamiento psiquiátrico por las secuelas que padece.

«Yo sigo con pastillas porque no puedo dormir y él ya está en la calle», critica la agredida, a quien enerva saber que el asesino de su amiga, y la persona que incluso después de saber que ella había sobrevivido amenazó con «rematar la faena», pueda haber eludido la acción de la Justicia fingiendo una supuesta enfermedad mental.

El Juzgado de Vigilancia Penitenciaria de Alicante autorizó en marzo de 2017 dichos permisos, al calificarlos de «salidas terapéuticas familiares». Hasta ese momento el interno había realizado 110 salidas terapéuticas, eso sí bajo la supervisión de personal del centro y en actividades con otros enfermos.

Los médicos del psiquiátrico argumentan que en la actualidad el paciente «no presenta delirios ni alucinaciones y que su evolución es favorable», además han tenido en cuenta su «buena adaptación al centro», donde no ha protagonizado ni un solo incidente y ha participado en actividades deportivas y cursos formativos.

Existe riesgo bajo para la víctima

Sin embargo, en su informe de conclusiones el propio Juzgado de Vigilancia Penitenciaria reconoce que «el riesgo para la víctima es bajo». José Antonio Prieto, letrado de la acusación particular y representante legal de la superviviente, sostiene que es jurídicamente muy peligroso conceder salidas, terapéuticas o no, a esta persona cuando todavía existe aunque sea un mínimo riesgo.

De igual modo remarca que en la propia sentencia se especificaba que el acusado no podría salir del centro psiquiátrico sin la previa autorización del tribunal, sujeto a un nuevo informe forense. Cosa que hasta ahora no se ha dado.

Así, han presentado varios escritos oponiéndose a la concesión de cualquier tipo de salidas o permisos al condenado, ya que no cuentan con la autorización del tribunal que juzgó el caso. De hecho, según ha podido corroborar este periódico, la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de València ya se pronunció el 17 de enero de este año acordando mantener la medida de internamiento en el Hospital Psiquiátrico de Fontcalent.

En la sentencia los forenses del Instituto de Medicina Legal de València ya advertían de la «peligrosidad elevada» del acusado, «al mantener irreductibles sus convicciones delirantes». En los hechos probados el magistrado recogía textualmente: «Es posible que considere que su misión está inacabada, lo que pondría en situación de riesgo a la superviviente».

Durante sus salidas terapéuticas el asesino, que está a punto de cumplir 40 años, permanece supuestamente en el domicilio de un familiar en Murcia. «Ya vino un montón de veces desde allí para matarnos, ¿quién me asegura que no puede volver?», sostiene Susana, que ha tenido incluso que cambiar de domicilio para que no pueda localizarla.