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Ximo Puig: "Adelantar elecciones no debería complicar la renovación del Botánic"

Puig advierte: «Si hay inestabilidad en el gobierno, habría que tomar medidas» - La decisión «no debería complicar la renovación del Botànic»

Encima de la mesa tiene el primer borrador del discurso para el debate de política general de la semana próxima. Queda mucho trabajo, dice Ximo Puig (Morella, 1959). La frase sirve para el mensaje y para la legislatura botánica, que encara su última fase con episodios de tensión entre los socios, naturales en el universo progresista, según el presidente de la Generalitat y líder del PSPV.

Lograr tiempo para la lectura es una de sus preocupaciones. Tiene marcado y subrayado en la mesa En defensa de la Ilustración, del gurú del nuevo optimismo Steven Pinker. Sapiens, de Yuval Noah Harari, y Algo va mal, de Tony Judt, uno de sus referentes intelectuales, no quedan muy lejos. Tampoco una antología poética de Francisco Brines, un clásico en su despacho, como el recorrido fotográfico por la vida del mito de la socialdemocracia Olof Palme.

Tres años después, en la recta final de la legislatura. ¿Se siente diferente al hombre que entró en julio de 2015 al Palau?

Sustancialmente, no. En términos políticos solo he confirmado la gran potencialidad de la Comunitat Valenciana.

Han cambiado bastantes cosas en los últimos meses. La fundamental, el Gobierno de Madrid. Dados los últimos acontecimientos en el Pacte del Botànic, ¿era más feliz con Mariano Rajoy?

No. Con Rajoy he mantenido una relación personal cordial, pero la situación ha cambiado mucho en positivo. Hay una atmósfera totalmente diferente. El problema valenciano está ya en la Moncloa y se entiende que existe. Con el gobierno anterior era imposible. Se ha abierto una nueva dinámica decisiva.

Pero ahora tiene más problemas de convivencia con el socio en el Consell.

No. Este es el gobierno más estable de la historia. Lo hemos dicho tantas veces porque es cierto. Es un gobierno que tiene discrepancias y miradas distintas, como todos, pero en el que hemos sabido gestionar adecuadamente la diversidad. Ha habido tres años de estabilidad, diálogo y honradez. Ese es el significado real de esta primera etapa del Botànic, que ha sido un cambio de paradigma.

Volviendo a los desencuentros, ¿debieron comunicar a Compromís el voto favorable a la nueva senda de déficit del Gobierno central, porque el socio dice que ustedes actuaron de manera unilateral?

Seguro que ha habido problemas de comunicación, ahora y en otros momentos, incluso divergencias. Es obvio, porque somos dos partidos diferentes. Pero los progresistas entendemos la gestión de las contradicciones, porque no todo es blanco o negro. Son momentos en los que hay que tomar una determinación y siempre las tomaré en función del interés de los valencianos. Hemos utilizado el voto para mejorar la situación de los valencianos y, con mayor o menor entusiasmo, todos lo han de entender.

¿Ya no diría que está más enamorado de Mónica Oltra que el primer día, como en el pasado dijo?

Tenemos una relación magnífica desde el primer momento, aunque siempre hay momentos mejores y peores.

¿Y el momento actual es mejor o peor?

Es un buen momento. Hemos mantenido un tono fundamental: el de la responsabilidad. Los valencianos se merecían un gobierno estable, y lo tienen. Después de 20 años de catástrofe política, con casi un tercio de los exconsellers relacionados con casos de corrupción, ahora se habla de los problemas reales de las personas y tenemos los debates normales. Hay problemas, pero todos los indicadores dicen que la C. Valenciana ha ido a mejor. El paro es el gran problema y hay 212.000 personas más trabajando. No todo es responsabilidad del gobierno, claro, pero hemos propiciado el escenario para avanzar más rápido que en otros lugares de España.

Hay indicios ahora de desaceleración económica. ¿Le preocupan los efectos políticos cuando se acerca un periodo electoral?

Me preocupan los efectos sobre la ocupación. Con el crecimiento actual, el año que viene tendremos diez puntos menos de paro que al empezar la legislatura. Nuestros datos son que no va a haber una gran desaceleración, sino una resituación.

Un proyecto empresarial importante es Puerto Mediterráneo. Ha roto el pacto de gobierno en Paterna, porque Compromís rechaza el proyecto. ¿Puede romper también el Pacte del Botànic cuando pase por el Consell?

En absoluto. No sé las circunstancias concretas de Paterna. Al fin, este proyecto, como otros que queremos que vengan, ha de pasar por los parámetros de la legalidad y del desarrollo sostenible. No conozco el proyecto, pero no ha de ser satanizado por definición. Hay que que tener una actitud ilustrada y escuchar. No queremos que se entienda que en la C. Valenciana no se puede invertir, porque no es verdad, pero este no es un país tampoco en el que se pueda hacer cualquier cosa sin atender los intereses generales.

El presidente del Gobierno deja entrever que convocará elecciones si no puede sacar adelante los presupuestos de 2019. ¿Usted hará lo mismo en esa situación?

Lo que quiero es dejar claro la facultad democrática que tiene ahora la Generalitat, y el presidente en este caso, de decidir cuándo hacemos las elecciones. La disolución de las Corts es un instrumento para mejorar el autogobierno. Nos permitiría singularizarnos. Creo que más pronto o más tarde hay que hacerlo, porque nos conviene, y situarnos así ya en otro parámetro, el de las comunidades con mayoría de edad.

¿Le gustaría ser el presidente que adopta esa decisión?

No es una cuestión de carácter personal, pero me gustaría que pasara y que se singularizara el proceso autonómico valenciano. Ahora bien, en este momento el factor de estabilidad y de acabar compromisos también pesa muchísimo. Es un momento de oportunidad después de 20 años durísimos y no hay que desaprovecharlo, pero si hubiera algún tipo de inestabilidad habría que tomar medidas. El Acord del Botànic pasa por un buen momento, de madurez, con un alto grado de cumplimiento. Hay que ir cerrando una primera etapa, que no puede ser un paréntesis entre dos nadas. El proyecto tiene recorrido de futuro más allá de sus protagonistas: hay que profundizar en transformaciones.

¿Cree que un adelanto electoral, en la medida que es una decisión unilateral del presidente, complicaría la renovación del Pacte del Botànic?

No debería ser así. Al final, los valencianos decidirán sobre lo que ha sido este gobierno y en función de lo que digan se formulara un nuevo gobierno. Aspiro a que nos den su confianza y podamos continuar profundizando en el cambio y no volver atrás. La disolución, que en algún momento hay que realizarla (no digo que en esta legislatura), la dialogaría con aquellos que me dieron el apoyo para ser presidente.

Una cuestión estratégica: ¿si Pedro Sánchez adelanta elecciones, usted haría coincidir las valencianas con las generales?

Jugar a política-ficción genera incertezas que no entran en mis cálculos. Nuestra dinámica pasa por aprovechar este tiempo de coincidencia positiva con el Gobierno de España desde la lealtad reivindicativa e intentar conseguir los avances más importantes en financiación, infraestructuras o copagos.

En política, tan importante es lo que se dice como aquello que se prefiere esquivar. Puig, con pasado de periodista, es poco dado a evitar cuestiones. Sin embargo, opta por dejar pasar por la pelota cuando se le pregunta por el caso que ha propiciado la caída del expresidente de la Diputación de València, Jorge Rodríguez, o por si contemplaría ser vicepresidente de un ejecutivo liderado por Mónica Oltra.

Del primer asunto, la operación Alquería, dice: «Hablaremos cuando acabe el proceso judicial. Hasta entonces, moderación y respeto a las personas y la justicia».

Sobre una hipotética permanencia a la sombra de la ahora vicepresidenta, la respuesta invita a la lectura entre líneas. «Generar debates artificiales de política-ficción -afirma- produce incerteza, que no conviene ni al pueblo valenciano ni a los partidos. Seré presidente hasta que los valencianos quieran».

¿Más de ocho años? «No. Más de ocho años tampoco», sentencia.

¿Y después, no se ve de ministro (como pasó con Joan Lerma y Eduardo Zaplana)? «Nunca. Eso se lo digo. Solo seré presidente de la Generalitat. Después de eso, mi compromiso seguirá siendo con la C. Valenciana».

Puig asegura que nunca ha pensado en tres años en recoger los trastos y volver a Morella: «Cada vez que entro en el Palau es un inmenso honor. No hay otro mayor para alguien que entró en política a los 17 años para defender un mayor autogobierno y los valores de la izquierda».

Los últimos meses han sido también de cambios personales para el jefe del Consell. ¿Teme que su vida privada se convierta en munición para el debate político? «Creo que la sociedad valenciana es libre, avanzada y abierta. Por lo que me juzgará es por mi acción de gobierno -responde-. Cada uno tiene derecho a su intimidad y su vida. Yo respeto a todos y estoy seguro de que los valencianos respetan hasta a su presidente».

Volvamos a la política. ¿Comparte hasta la última coma de la política educativa desarrollada por el conseller Marzà?

Comparto todas las políticas del gobierno. Esto es un gobierno, no una suma de conselleries. El conseller está haciendo una política para generar igualdad de oportunidades entre los niños valencianos. Ese es el factor clave. Después hay cuestiones en las que se tiende a uniformizar, pero la uniformidad es una manta que tapa la realidad.

¿No haber acabado con los barracones en la legislatura es una frustración personal?

Nos hubiera gustado y hemos trabajado mucho conjuntamente. El plan Edificant es la operación más importante de infraestructuras educativas en la C. Valenciana. Es verdad que muchas veces los plazos nos superan y que tenemos un grave problema en la Administración por el gran desfase entre sector público y privado a la hora de adoptar decisiones y desarrollar proyectos. La actualización del sector público valenciano es un reto básico para la próxima legislatura. No puede haber una colisión entre eficiencia y transparencia: han de cabalgar juntas.

¿Los resultados de la reversión del hospital de la Ribera han sido tan buenos como esperaba a la vista de que alguna lista de espera ha aumentado?

Hay que evaluar con rigor en su momento, no decir inmediatamente si todo ha ido muy bien o muy mal. Los profesionales son los mismos y si hay más personal y más capacidad de interlocución con otras áreas no se entendería que fuera a peor. Pero no hay que hacer polémica, hay que evaluar y mejorar lo que no funcione. Y no solo en la Ribera.

¿Qué ha faltado para que la reforma del sistema de financiación o el corredor mediterráneo sean una realidad en esta legislatura?

En los dos casos se ha puesto en evidencia la crisis territorial y política de España, porque hemos estado más de un año sin gobierno. Aún así, en las dos cuestiones hemos liderado el debate. Y hemos avanzado en la cohesión interna de los valencianos: hay un acuerdo unánime de todos los partidos y hemos situado el problema en Madrid, aunque las soluciones no sean inmediatas. El problema valenciano no existe en términos nacionalistas o identitaristas, pero sí en la medida que estamos en situación de desigualdad.

¿Que Pedro Sánchez diga que no es verosímil reformar la financiación en esta legislatura no es motivo para manifestarse?

Es motivo para constatar la frustración que existe en España. El Gobierno va a hacer todo lo posible, tengo confianza en ello. Lo que dice es que es muy complicado cuando el PP ha dado un giro a la derecha que dificulta grandes acuerdos, pero no vamos a renunciar nunca a nada. El Gobierno valenciano es autónomo y no depende de ningún centro de poder de Madrid por primera vez en muchos años. No queremos vivir contra Madrid, no quiero el confort de la confrontación, quiero acordar, que es mucho más épico que romper.

¿Preferiría a Eduardo Zaplana

Sí. Si está en la prisión es porque la legislación lo permite, pero si me pregunta lo que prefiero, y sin querer poner en duda a la jueza ni el procedimiento, me gustaría que estuviera fuera. Lo he combatido mucho y he sufrido las consecuencias, pero es una cuestión de humanidad y no solo en el caso de Zaplana. Hay fórmulas alternativas para aplicar las penas.

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