La mujer de 34 años que en febrero de 2017 acabó con la vida de su padre en Godella tras asestarle una decena de cuchilladas se sentará finalmente ante un jurado popular al no quedar acreditada su inimputabilidad según los informes de los médicos forenses. Aunque cuando se produjo el crimen la presunta parricida estaba en trámites de ser incapacitada por un supuesto trastorno mental, la Fiscalía entiende que Sandra M. J. «era consciente de la probabilidad de que su acción conllevara un resultado mortal». Por ello, el Ministerio Fiscal solicita una pena de quince años de prisión para la acusada por un delito de homicidio con las circunstancias agravantes de parentesco y abuso de superioridad.

La víctima, de 66 años, discutió esa noche con su hija por cuestiones que solo ella sabe y que no ha querido aclarar durante la fase de instrucción. De hecho, el día que fue puesta a disposición judicial tras su arresto, la presunta homicida sufrió una fuerte crisis de ansiedad por la que tuvo que ser atendida por personal sanitario. Tras recuperarse optó por acogerse a su derecho a no declarar.

La defensa de la mujer tratará de acreditar en el juicio que su cliente padece un trastorno mental por el que solicita la eximente completa. Como ya adelantó este periódico en su momento, el Juzgado de Instrucción número seis de Paterna estaba tramitando una solicitud para que esta persona fuera sometida a tratamiento obligatorio.

El crimen se produjo en la noche del 27 de febrero de 2017 en el domicilio familiar, situado en la carretera de Rocafort, en el término municipal de Godella. Agentes de la Policía Local ya habían acudido al lugar en numerosas ocasiones por malos tratos en el ámbito familiar, teniendo que ser ingresada la hija en alguna ocasión en la unidad de psiquiatría del Hospital Arnau de Vilanova.

Esa noche padre e hija tuvieron un nuevo encontronazo por causas que se desconocen en la cocina de la vivienda y en un momento dado de la discusión la ahora procesada cogió un cuchillo de cocina y, «guiada por el ánimo de terminar con su vida o, al menos, consciente de la probabilidad de un resultado mortal», según el escrito de calificación del fiscal, «le asestó diversas cuchilladas a su padre». Pese a que la mayor parte de ellas eran lesiones defensivas - en brazos, antebrazo y mano izquierda-, una de las cuchilladas penetró en la cavidad torácica de su víctima y le seccionó la arteria subclavicular. José Luis Moltó Arnal falleció desangrado «por un shock hipovolémico posthemorrágico», según refleja la autopsia realizada en el Instituto de Medicina Legal de València.

La fiscalía aprecia el agravante de abuso de superioridad ya que la víctima se encontraba «en inferioridad de fuerzas e instrumental» respecto de la presunta parricida, «dada la mayor fortaleza física de la acusada por la diferencia de edad entre ambos y por el empleo de ésta de un cuchillo». Todo ello hizo que el hombre, de 66 años, apenas tuviera posibilidad alguna de defenderse del ataque, según remarca la Fiscalía.

Tras cometer el crimen fue la propia parricida quien telefoneó a la policía gritando que su padre se estaba desangrando. Cuando los primeros agentes llegaron al domicilio y encontraron al hombre ya muerto, la hija les respondía con frases incoherentes y gritos repentinos.

El hijo mayor del fallecido y hermano de la acusada no reclama indemnización alguna por la muerte de su padre. La clave del juicio, que se celebrará ante un jurado popular, será establecer si la mujer distinguía entre el bien y el mal cuando mató a su progenitor.