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Las excusas de los candidatos a tribunal popular

"Señoría, no quiero ser jurado"

La mayoría de ciudadanos seleccionados como miembros de un Tribunal Popular lo considera una «obligación incómoda»

n «Haber sido miembro de un jurado popular y ver cómo funciona la Justicia desde dentro es un regalo». Es la opinión de una persona, cuya identidad no revela este periódico por la privacidad inherente a todos los que han tenido la posibilidad de juzgar a un igual en un Tribunal de Jurado. Pero la verdad es que no siempre es así. Muchos ciudadanos siguen viendo con escepticismo ser partícipes activos de la Justicia por la tensión que les supone que recaiga en ellos la responsabilidad de declarar culpable o no a un presunto asesino y que éste acabe cumpliendo unos veinte años entre rejas en base a sus deliberaciones sobre el objeto de veredicto.

«Para eso están ya los jueces, yo tengo mi trabajo y no tengo tiempo ni ganas de decidir sobre la vida de otros», remarcaba un preseleccionado que eludió en el último momento ser uno de los once miembros del jurado al ser recusado por la defensa tras esgrimir que sabía del caso al haber hablado con la prensa en la puerta sobre el crimen que se iba a juzgar. Esta argucia le valió para evitar lo que todavía muchos ciudadanos seleccionados consideran una «obligación incómoda».

Para tratar de eludir esta responsabilidad que facilita el acceso de la ciudadanía a la administración de la justicia, algunos de los preseleccionados presentan todo tipo de excusas, la mayoría recogidas en la Ley Orgánica 5/1995 del Tribunal del Jurado, y otras de más dudosa condición. «Las excusas más frecuentes son por trabajo o conciliación familiar», explica Susana Gisbert, portavoz de la Fiscalía Provincial de València y asignada a la sección especial de Jurado. Desde las típicas de autónomos que aseguran que no pueden acudir a las sesiones del juicio por el trastorno que les supone dejar unos días su negocio, a mujeres que alegan tener que cuidar a sus hijos o a su madre enferma. Hasta otras más anecdóticas como una mujer que se presentó a la vistilla de excusas, que se celebra un par de semanas antes del comienzo del juicio, en visible avanzado estado de gestación y manifestó que podía dar a luz en cualquier momento. O el caso de una chica que tenía programado el viaje de novios en esas fechas. Ambas fueron debidamente excusadas.

El pasado año 2017 la Oficina de Jurado de València, que celebró un total de veinte juicios -15 de ellos con veredicto de culpabilidad-, admitió 115 excusas presentadas por los ciudadanos electos para formar parte de un Tribunal Popular, además se registraron dos incapacidades y dos incompatibilidades.

Resignados frente a entusiastas

«La inmensa mayoría de la gente se lo toma con resignación, de una forma bastante parecida a lo que ocurría con el servicio militar obligatorio, donde la gente iba de mala gana, pero no se le ocurría hacer nada raro para evitarlo», reconoce Jaime Cussac, fiscal coordinador de la sección de Jurado. Aunque admite que también hay un porcentaje pequeño de entusiastas, personas que pudiéndose excusar, porque son mayores de 65 años o ya han sido jurados en los últimos cuatro años, prefieren no excusarse y ser seleccionados. «A los jubilados la posibilidad de ser jurado es algo que les atrae», apunta.

Por último, y el tipo menos frecuente según sostiene Cussac, es el de aquellos que intentan escurrir el bulto de mala manera, con excusas baratas, como no saber leer y escribir correctamente, o que no son estrictamente jurídicas, simplemente porque les viene mal desplazarse hasta València.

«En general el criterio que tenemos es de manga ancha. Como la ley da unos márgenes amplios, por excluir a dos o tres personas no pasa nada», confiesa el fiscal coordinador de la sección, principalmente por dos motivos. «Porque es un servicio público y no pretende fastidiar a la gente, si a alguien, con razón jurídica o sin ella, le va a suponer un trastorno especialmente grave, y si se ha tomado la molestia de ir a la vista de excusas, si se le puede excluir mejor». La otra razón es más por una cuestión práctica, porque tener a una persona reticente «que manifiesta ya una especie de hostilidad explícita al hecho de ser jurado, corres el riesgo de que finalmente si sale en el sorteo sea un factor perturbador, que esté incordiando y acabe generando un mal clima», aclara.

Excusas reguladas en la ley

La Audiencia Provincial de València realizó el pasado 20 de septiembre el sorteo bienal para elegir a los 3.000 ciudadanos que integrarán la bolsa de candidatos a jurado para los juicios que se celebren en los próximos dos años. Desde la Oficina del Jurado ya se ha empezado a notificar por carta certificada a los preseleccionados y en noviembre comenzará el plazo de quince días para que éstos presenten las alegaciones y excusas reguladas en el artículo 12 de la Ley del Tribunal de Jurado. Según éste, están exentos «los mayores de sesenta y cinco años y las personas con discapacidad». Así como «los que hayan desempeñado efectivamente funciones de jurado dentro de los cuatro años precedentes al día de la nueva designación».

También aquellos «que sufran grave trastorno por razón de las cargas familiares» o «los que desempeñen trabajo de relevante interés general, cuya sustitución originaría importantes perjuicios al mismo». De igual modo los que tengan su residencia en el extranjero, así como los militares profesionales en activo «cuando concurran razones de servicio». Y finalmente existe un apartado más benévolo y abierto en el que se podrían excusar aquellos «que aleguen y acrediten suficientemente cualquier otra causa que les dificulte de forma grave el desempeño de la función de jurado».

Sin embargo, las fuentes consultadas por este periódico reconocen que no se realiza ningún tipo de exploración psicológica para poder ser jurado. Así, hace años una mujer que fue miembro de un tribunal en un caso de homicidio, apenas meses después del juicio fue ingresada en un centro psiquiátrico. Pese a la posible gravedad de este hecho, estas mismas fuentes aseguran que no influyó en el resultado ya que el acusado fue condenado por unanimidad.

Una vez recibido el auto de hechos justiciables y al menos dos meses antes del juicio, la Oficina de Jurado les envía el formulario con acuse de recibo a los 36 preseleccionados de la bolsa de los 3.000 iniciales, para asegurarse de que el día en el que se forma definitivamente el jurado acudan al menos veinte personas. «Es muy complicado localizar a la gente, se supone que el censo electoral se actualiza pero nos encontramos con bastantes casos de gente que ha fallecido o ya no vive en la provincia», reconoce Gloria Herráez, letrada de la Administración de Justicia de la Oficina del Jurado.

En la vistilla de excusas del juicio que comenzó esta semana por el crimen de un hombre muerto de un brutal paliza frente al Hospital La Fe de València, de los 36 preseleccionados hubo seis mayores de 65 años, dos fallecidos, otros dos excusados por residir fuera de la provincia, uno por enfermedad grave y otro por cuestiones familiares ya que tenía a una persona a su cargo. Asimismo otras dos excusas por vivir lejos fueron rechazadas.

Herráez destaca que una vez son seleccionados la gente se toma con mucha responsabilidad su cometido y se interesan por revisar todo tipo de pruebas. Recuerda que una vez incluso fueron los propios miembros del jurado quienes se dieron cuenta de que la cantidad de las indemnizaciones estaba mal sumada y se lo indicaron al magistrado, encargado de dictar la sentencia en base a su veredicto.

Incomunicados sin móvil ni TV

Respecto al tiempo que pasan incomunicados, sin teléfono móvil y sin posibilidad de ver la televisión, esto solo se produce desde el momento en que se les entrega el objeto de veredicto. En muchas ocasiones ni siquiera pasan la noche en un hotel, al deliberar esa misma tarde. Lejos ha quedado el proyecto inicial cuando se inauguró la Ciudad de la Justicia, que contaba con una zona para que pernoctaran los miembros del jurado mientras duraba la deliberación. Las habitaciones dobles, con los baños en el exterior y situadas junto al depósito de cadáveres, apenas se usaron una vez por las quejas que hubo.

Pese al escepticismo inicial, todas las fuentes consultadas coinciden en destacar que al finalizar el juicio los ciudadanos que han formado parte del jurado valoran muy positivamente la experiencia e incluso se llega a crear una especie de confraternización en la que se intercambian los teléfonos móviles.

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