Casi todos recordamos nuestro primer día en el colegio, de niños. ¿Recuerda usted su primer día como profesor? ¿Qué inquietudes tenía?

Me acuerdo muy bien de ese día, y ese recuerdo se ha hecho más importante, porque mi hija acaba de comenzar su carrera como profesora el pasado septiembre. Hablé con ella de mi primer día en el colegio justo antes del suyo. Estaba entusiasmado, no podía esperar a tener mi propia clase de estudiantes. Pasé el verano decorando el aula. Pero tenía el temor de si me había preparado bien, si mis clases iban a ser interesantes, si los alumnos se iban a portar bien y si iba a poder establecer buenas relaciones con ellos. Y lo más gracioso de todo es que esos temores nunca desaparecen.

¿Cuál ha sido el mejor consejo que le ha dado a su hija para que se convierta en una buena profesora?

Es una gran pregunta... [ríe] Serviría cualquier consejo que le he dado sobre cualquier otra cosa, porque enseñar es un trabajo muy complejo. Y el mejor consejo es que se asegure que su trabajo es inspirar a sus estudiantes y construir relaciones con ellos muy rápidamente. Tratar de entender quiénes son como individuos para establecer relaciones con ellos. Si puedes construir confianza con tus alumnos, el aprendizaje llegará de inmediato.

Vivimos en una sociedad muy cambiante, hay quien habla de «modernidad líquida» para definirla. ¿La educación debe cambiar constantemente también?

La respuesta tiene dos partes. Por un lado, debe cambiar, porque parte de nuestra obligación moral es preparar a nuestros alumnos para los retos del futuro, y, como has dicho, el futuro está cambiando y evolucionando constantemente. Tenemos que asegurarnos de que la educación prepara a la gente para esos desafíos, que la educación es relevante para el futuro, que desarrollamos en los alumnos las habilidades que les permitirán tener éxito en el ese futuro líquido y en ese entorno cambiante. Pero creo que hay algo en la educación que siempre ha funcionado y que seguirá funcionando. Como he dicho en mi respuesta anterior, uno de los grandes talentos de los buenos profesores es la capacidad de establecer relaciones humanas con los alumnos, la inteligencia emocional que pueden mostrar, su habilidad para tomar conceptos desafiantes y hacerlos fáciles de entender para los estudiantes. Desde la humanidad, hay que tener la suficiente confianza para cuestionarnos la manera en que enseñamos para asegurarnos de que los estudiantes pueden afrontar los desafíos de un futuro cambiante.

En España se habla mucho de la falta de autoridad de los profesores, a los que a veces se les pierde el respeto por parte de alumnos y padres, y de la necesidad de «empoderar» a los profesores. Usted, en cambio, habla de «empoderar» a los estudiantes...

Sí, en realidad pienso en ambas cosas. Tenemos que tener mucho cuidado. No podemos construir la educación como una especie de guerra entre profesores y estudiantes. No creo que eso sea verdad. Las clases bien gestionadas son aquellas en las que se aprende y en las que hay un gran respeto mutuo entre profesores y alumnos. Lo que no podemos es caer en el error de que los estudiantes son una especie de animales salvajes esperando a que los civilicen para el mundo real. Son seres humanos con las mismas aspiraciones, valores y emociones que cualquier adulto. A los niños les gusta estar en un entorno ordenado, saber cuáles son las reglas. Pero no son criminales en una cárcel. Debemos entender que donde se produce el mayor aprendizaje es en las clases donde los niños se sienten «empoderados» para aprender. Si creamos ambientes donde los niños estén asustados, los profesores no podrán enseñar y los alumnos no serán capaces de aprender.

Ha contado en conferencias la historia de David, su mejor profesor. Muchas veces nos acordamos mejor de nuestro mejor profesor que de la asignatura.

Una de las cosas que necesitamos entender como profesores es que no solo importa lo que sabemos, sino nuestra habilidad para establecer relaciones con los alumnos, que es algo increíblemente crítico. Los grandes educadores entienden que los niños que tienen confianza, que están en un entorno en el que no se sienten amenazados, siempre aprenden mejor. La inteligencia emocional de un gran profesor capaz de construir confianza es lo que define a las clases exitosas y a los alumnos felices, que son los que mejor aprenden.

Actualmente todo el conocimiento del mundo se puede encontrar fácilmente en internet. ¿Ahora es especialmente importante que los estudiantes desarrollen el pensamiento crítico para distinguir entre la verdad y las noticias falsas, más que simplemente almacenar información?

Totalmente correcto. Ahora puedes encontrar información en internet en una fracción de segundo. Necesitamos que los niños desarrollen la capacidad de cuestionar y entender las sutilezas de la información que tienen ante sí, que sean pensadores críticos. Debemos asegurarnos de que tienen esas capacidades, y no simplemente llenarles de información.

Dicen que a veces son los alumnos los que enseñan a los maestros. ¿Ha tenido algún alumno que le haya enseñado especialmente?

Sí, continuamente. Una de las cosas que digo, recordando mi carrera como profesor, es que los alumnos me han enseñado más a mí que yo a ellos. Tuve un entorno privilegiado como niño, viví en un cómodo hogar de clase media, con una familia maravillosa y amigos a mi alrededor, y pasé gran parte de mi carrera como profesor en colegios de áreas socialmente desfavorecidas. Los niños procedían de entornos complicados. Cuando me fijé en la manera que tenían de ver el mundo, su valentía para superar las dificultades, cómo sentían placer ante cosas sencillas, y lo importante que es el amor para ellos en esos entornos, me di cuenta de que ellos me enseñaron mejor a ver el mundo de lo que yo les enseñé.

¿Se puede evaluar el conocimiento de los alumnos sin que hagan exámenes?

No estoy en contra de los exámenes. Creo que son una de las herramientas que tenemos para evaluar la habilidad de los alumnos. Lo que me preocupa es que los exámenes se han convertido en la única herramienta que los gobernantes y los políticos creen que es importante. Hay muchas formas de evaluar la capacidad de un alumno, y los test son una de ellas. El trabajo colaborativo y en proyecto es extremadamente importante, porque tenemos que ser capaces de evaluar no solo lo que saben, sino cómo trabajan en equipos, cómo resuelven problemas, cómo interactúan unos con otros, cómo se comunican, cómo utilizan la creatividad para resolver problemas, su curiosidad para vencer desafíos. No estoy en contra de los exámenes, pero sí contra utilizarlos como la única forma de medir el rendimiento de la gente.

Y hay también exámenes entre países...

[Risas].

No sé en el Reino Unido, pero en España hay casi una obsesión por comparar nuestros resultados de PISA con los de los países con mejor puntuación, como Finlandia, Corea del Sur o Singapur. ¿Qué opina de esas constantes comparaciones?

Una vez más, tengo sentimientos encontrados respecto a esto. Hay información dentro de los informes PISA que es muy poderosa, pero por desgracia demasiados gobiernos miran solamente a las tablas del encabezamiento, a los titulares del informe. Lo plantean como una especie de competición, como LaLiga [risas]. Y no lo es. Si hablas con la gente que hace el informe te dirá que no debemos juzgar a los países. Cada país tiene un contexto muy diferente. Finlandia es muy diferente a España o al Reino Unido. Finlandia tiene una situación socioeconómica muy estable, es un país muy pequeño, que tiene un ambiente muy íntimo. También Corea del Sur, China, Singapur y Hong Kong son muy diferentes. Y muchos de esos países quieren huir desesperadamente de los modelos académicos que los sitúan tan alto en los rankings de PISA.

Interesante.

España es uno de los países más significativos de la Tierra, tanto cultural como geográfica e históricamente, en términos de lo que ha dado al mundo. España tiene que tener más coraje y valentía para decir: «Esta es la nación que somos. Necesitamos construir un sistema educativo sobre nuestra imagen, para nuestro futuro y para nuestros jóvenes». Eso no significa que no podamos compartir experiencias y aprender de otros países, pero no deberíamos obsesionarnos con ser Corea del Sur, por ejemplo, que es un país completamente distinto, con una cultura, pasado y futuro diferentes. Animo a los países a ser valientes para centrarse en sus propias fortalezas para sus estudiantes, y pasar menos tiempo obsesionados con ser el Real Madrid en LaLiga, porque la educación no es como el fútbol.

¿Qué se puede hacer para que los deberes sean una tarea atractiva para los niños?

Es una buena pregunta. Lo importante es recordar que los deberes no deben ser solamente ejercicios para repetir lo que los estudiantes han estado aprendiendo en el colegio todo el día. Deben ser más como una oportunidad para que los alumnos exploren y desarrollen sus intereses, basándose en lo que han aprendido en clase. Tiene que haber más deberes basados en proyectos, que a los estudiantes los animen a realizar sus propias investigaciones. También me gustaría ver más actividades extraescolares en las que participen los niños. Pueden ir a teatro, a música, aprender a tocar un instrumento o a jugar en un equipo deportivo, y que esas actividades sean valoradas.