Carmen Alborch Bataller defendía que la política es «convencer con armas y razones». A eso se dedicó, en la precampaña a las municipales de 2007, cuando intentó arrebatarle la alcaldía a Rita Barberá. La exministra de Cultura, fallecida este miércoles,fallecida este miércoles fue la gran baza con la que Joan Ignasi Plá, secretario de los socialistas valencianos, intentó el asalto al Cap i casal. Alborch recogió el guante y se puso a la conquista de la ciudad con la convicción que siempre la caracterizó. Hizo suyas causas como la de Salvem Tabacalera, el Cabanyal, la defensa de la huerta o la recuperación de los barrios más desfavorecidos y olvidados de la ciudad. Abogaba por «un gobierno de proximidad, frente a la distancia del Partido Popular».

La candidata Alborch no dudó durante aquellos primeros meses de 2007 en recorrerse el Marítim, Torrefiel, Patraix, Orriols o Sant Marcel.lí... donde derrochaba sonrisas, cercanía y promesas.Tomó buena nota de las reivindicaciones de los diecinueve distritos de València y elaboró un ambicioso Programa de Barrios, que contemplaba la construcción de 6.000 viviendas de protección oficial, cuatro residencias, siete centros de día y hasta diecinueve escuelas infantiles. La necesidad de tener que remontarle 90.000 votos al PP agudizó el ingenio de su equipo de campaña, con programas electorales con rasca-rasca incluído y el premio de una bicicleta de montaña para el ganador.

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La vida de Carmen Alborch, en imágenes

En el cuerpo a cuerpo con Barberá, cuando la entonces alcaldesa afirmaba que había plantado 99.000 árboles, Alborch llegó a replicarle que ella plantaría uno por cada nuevo niño nacido en València. Algunos de los problemas a los que Alborch trató de dar solución entonces, hace once años, continúan encallados aún. Como la Zona de Actuación Logística del puerto, para la que planteaba un centro de innovación al estilo de Barcelona. No dudó tampoco en hacer suya y defender la petición del Consell Valencià de Cultura de que el Paseo de la Alameda fuera declarado Bien de Interés Cultural, para liberarlo de tráfico y convertirlo en un pulmón verde. Una propuesta reclamada periódicamente por el CVC y ahora de nuevo sobre la mesa de la mano de los presupuestos participativos Decidim València.

La máxima obsesión de Alborch era convertir València en una «una ciudad más amable, acogedora, más culta y educadora», en definitiva una urbe «para ser vivida». Así, en los derribos del Cabanyal incidía siempre en que no se trataba solo de preservar el patrimonio, las tramas o los edificios, «sino de respetar también a las personas».

En torno a su candidatura, Alborch concitó el apoyo de intelectuales, artistas y mujeres, muchas mujeres, que hacían bandera del feminismo. Rosa Regás, Concha Velasco, Pilar Bardem, Amalia Valcárcel, Celia Amorós acuñaron el lema: «Una València digna necesita una alcaldesa digna», que también firmaron actores como José Coronado. Ese gran respaldo se materializó en una caravana de féminas procedentes de toda España para darle su respaldo en mayo de 2007. «Ahora no tengo más remedio que ganar las elecciones», bromeaba, con la calidez que la caracterizaba, para espetar: «y luego nos vamos de mascletà al balcón del ayuntamiento».

Pese al empeño que puso, Alborch perdió las elecciones municipales de 2007 celebradas el 27 de mayo. Barbera revalidaba la vara de mando al obtener la mayoría absoluta con 21 concejales por los 12 del PSPV. La exministra permanecería como portavoz de la oposición, de forma muy discreta, pero ya no se presentaría a la siguiente cita frente a las urnas. De aquella etapa quedará en la retina de la ciudadanía una «geganta» de cinco metros, creada por el artista Manolo Martín y el diseñador Francis Montesinos que recorrería València durante las Fallas de 2007. Tradición y mercadotecnia electoral con la originalidad y la modernidad que siempre caracterizaron a Carmen.