En la intimidad, como querían ella y su familia, llegaron los restos mortales de Carmen Alborch anoche al Tanatorio Municipal de València. Allí se dio rienda suelta, claro, a las emociones. Aunque todos coincidían en una cosa: recordar los buenos momentos, los buenos recuerdos, las anécdotas y los últimos -ultimísimos, porque la exsenadora estuvo multiplicándose en actos hasta el último momento, hasta el último aliento- instantes compartidos.

Entre los amigos personales que se acercaron al tanatorio se contaban algunas personalidades.

El expresidente de la Generalitat Valenciana Joan Lerma destacó su lucha por los derechos de las mujeres y la igualdad. Lerma aseguró que Alborch deja muchos amigos y se refirió a la manera en que impulsó la modernidad y los valores. «Es un día muy triste y un golpe muy duro para mí y para todos los ciudadanos de la Comunitat Valenciana», afirmó el senador.

El presidente de Mercadona, Juan Roig, reveló un dato que seguramente muy pocos conozcan: fue alumno de Carmen Alborch. Fue cuando estudiaba en la Facultad de Económicas. «Fue una gran persona, una magnífica profesora. Yo la apreciaba mucho. Tenía una gran amistad», resaltó el propietario de la cadena de supermercados.

Según la directora general de Cultura y Patrimonio, Carmen Amoraga, la exministra ha sido un «referente en el ámbito de la igualdad», una persona «alegre y vitalista» y con una gran empatía que supo transmitir a lo largo de su vida. Alborch «ha trabajado hasta su último aliento», destacó la directora general de Cultura.

No faltó el escultor Miquel Navarro. Ni el diseñador de moda Francis Montesinos -él y el comunicador Josevi Plaza eran incondicionales acompañantes de Alborch-.

El modisto, visiblemente emocionado, aseguró que, además del impulso que dio a la moda española desde el ministerio de Cultura (con eventos tan internacionales, tan modernos y avanzados a su tiempo y tan atrevidos como un épico desfile en Berlín), era probablemente la persona «que más prendas de Montesinos tiene del mundo».

Se conocían de toda la vida. Hasta su lista de bodas la hizo en la tienda -mítica tienda, entonces en el barrio del Carmen- de Francis y no se casó con un diseño suyo por poco, aunque lo lució en la fiesta posterior. "Venía, se probaba y se llevaba la ropa puesta, ni la metía en bolsas ni nada, era increíble" y, cuando tenía un mal momento, un momento "de mala leche" le bastaba envolverse en un vestido, o un chal, de su amigo, para recuperarse.

Carmina Del Río, exconcejala de València en tiempos de Alborch y vecina suya (habían compartido hace nada un bocadillo de calamares de un "chino" del barrio), evocaba su absoluta falta de pereza. No faltaba a un acto al que la invitaran, se multiplicaba.

Vicente Inglada, ex asesor del grupo socialista municipal y actual presidente de la UCE, se la encontró en el ascensor de Blanqueries, la sede del PSPV, el pasado lunes. No revela sus palabras, que guarda como un tesoro, pero que le sonaron a despedida. Y su sonrisa. Y su abrazo.