«El feminismo debería ser declarado patrimonio inmaterial de la humanidad», dejó dicho el último Nou d´Octubre Carmen Alborch al recibir la Alta Distinción de la Generalitat. Y en esa frase, Alborch logró resumir toda la fuerza de su legado a favor del diálogo, la libertad y la solidaridad, que es como ella entendía el feminismo y el socialismo.

Dos de sus ejes vitales que marcaron una carrera en la que rompió estereotipos y barreras desde la autenticidad y la coherencia. Aunque al socialismo militante no llegó hasta el año 2000, tras ser ministra «independiente» de Cultura junto a Felipe González, cuando se afilió al PSPV-PSOE. Siete años antes de ser candidata a la alcaldía de València.

«Ha sido la primera mujer en muchas cosas. Para las feministas el primer recuerdo que tenemos y tendremos de ella es que ha sido muy luchadora: en cualquier manifestación o concentración que se convocara allí aparecía ella, como defensora de la igualdad y el feminismo al que logró aglutinar. Porque convocara quien convocara, ella asistía a cualquier acto», destacaba ayer Amàlia Alba, presidenta de la Federació de Dones Progressistes, con la que Alborch colaboraba estrechamente, y de las que obtuvo uno de sus prestigiosos galardones en 2001.

Porque Alborch era «más de causas que de banderas» y, como también recordaba Alba, «ella sumaba, unía y participaba a través de su discurso y su lucha, por encima de los detalles o las siglas. Ella siempre participaba y su mensaje siempre era interesante porque era una mujer muy inteligente y estimada por muchísimas mujeres. Donde había una lucha por el feminismo, ahí estaba ella. Tenía muy clara la lucha por una sociedad más justa y libre. Para ella socialismo, democracia y feminismo siempre iban unidos. Ha sido un gran ejemplo en todo».

A Carmen Alborch también se la recordará por su presencia casi perenne en las 105 concentraciones que las víctimas del metro protagonizaron durante nueve años en la Plaza de la Virgen de València.

Júlia Sevilla Merino, la primera letrada de las Corts Valencianes y presidenta del Consell de la Ciutadania de À Punt, también recordaba ayer en conversación telefónica con Levante-EMV que Carmen Alborch «primero llegó al feminismo y la perspectiva feminista, a través de la asamblea de mujeres universitarias, en el otoño del franquismo y después llegó el socialismo ya que los primeros movimientos de mujeres los impulsaron tanto el Partido Socialista como el Partido Comunista, donde también existieron asociaciones de mujeres».

De Alborch, Júlia Sevilla también destaca su pasión por «el trabajo en equipo. Era muy grupal y siempre le gustaba trabajar en equipo y participar en actividades con otras mujeres». Aunque, destaca la también profesora honoraria del departamento de Derecho Constitucional de la Universitat de València, «Carmen por su personalidad renacentista tenía interés en muchas cosas: la democracia, el feminismo, el socialismo, el arte, la cultura...»