Carmen Alborch apareció de manera pública por última vez hace tan solo 15 días. Lo hizo para recoger el máximo reconocimiento que el gobierno valenciano puede dar: la Alta Distinción de la Generalitat, entregada el 9 d?Octubre a toda su trayectoria.

Una carrera marcada por dos hechos que se resaltan habitualmente cuando es presentada: la primera decana de la facultad de derecho de la Universitat de València en 1985 y la primera ministra valenciana, mujer, en el gobierno de España. Sucedió bajo la presidencia de Felipe González en 1993, quien le entregó la cartera de Cultura.

Ambos hitos van al compás de lo que ella misma representa y en tantas ocasiones repitió en el discurso de agradecimiento tras recibir la Alta Distinción: la igualdad de la mujer en la sociedad. Alborch queda en el imaginario colectivo como una de las primeras mujeres que abanderó -sin esconderse- el feminismo como sinónimo de igualdad.

"El feminismo ha mejorado la calidad de vida de todos los ciudadanos; debería ser declarado patrimonio inmaterial de la humanidad" dijo firme en el estrado frente al presidente Pedro Sánchez y Ximo Puig, y citó al cineasta Luís Buñuel cuando aseguró que "hasta el último suspiro lucharemos por un mundo mejor".

Se mostró humilde e insistió en la gratitud y el agradecimiento de recibir el reconocimiento de la Generalitat. Llenó su discurso de palabras de motivación y orgullo por compartir la distinción con los profesionales que atendieron la llegada de los migrantes del Aquarius en València.

Alabó al resto de premiados de todas las disciplinas porque todos, desde sus caminos, han peleado contra el "techo de cristal", otro término del feminismo que Alborch integró en su intervención.

Se despidió de una abarrotada Sala de Corts haciendo hincapié en dos palabras "imprescindibles" que podrían definirla a ella y su carrera: "lucha" y "esperanza", y dedicó un momento a la rectora de la Universitat de València, Mavi Mestre, "la primera en 500 años", celebró.