La máxima obsesión de Carmen Alborch era convertir València en una urbe «más amable, acogedora culta y educadora». Y para sus habitantes. Así, frente a los derribos del Cabanyal, incidía siempre la socialista en que no se trataba solo de preservar el patrimonio histórico, las tramas o los edificios, «sino de respetar también a las personas». De ahí que fuera su lucha por el Cabanyal uno de los aspectos que se destacaba desde el PSPV-PSOE de València. «La contribución de esta mujer comprometida por la modernización de esta ciudad y su apoyo a la cultura es patrimonio de los valencianos y valencianas, a quienes ella siempre situó al frente de sus prioridades». Los socialistas incidían en que la figura de Alborch fue «clave para salvar el Cabanyal-Canyamelar de la destrucción», al lograr la implicación del gobierno de España, con la ministra Angeles González Sinde al frente de Cultura, en la lucha por paralizar el Plan Especial de Reforma Interior. Algo promovido por el Partido Popular a finales de 1997, con la prolongación de Blasco Ibáñez a costa de más de 1.600 viviendas.