El neurocientífico de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL), Grégoire Courtine, ha sido uno de los «padres» del nuevo implante que ha copado la actualidad informativa porque permite que las personas con la médula espinal dañada vuelvan a andar. Este experimento ya había sido demostrado anteriormente en monos y ratas, pero al aplicarse a los seres humanos perdía eficacia.

Courtine, con la ayuda de la neurocirujana del centro hospitalario Universitario de Vaud, Jocelyne Bloch, ha conseguido que tres hombres parapléjicos puedan andar con el soporte de muletas o andadores tras la implantación de electrodos en la médula, que se pueden activar y desactivar mediante un aparato que responde a la voz del propietario. A través de estos estímulos se pretende imitar la acción del cerebro a la hora de activar la médula espinal. Así, tras varios días de pruebas y mediante sesiones de rehabilitación, los pacientes lograron realizar sus primeros movimientos. Después de cinco meses de entrenamiento, los tres han conseguido menear de manera voluntaria las extremidades inferiores. Uno de los pacientes había perdido la sensibilidad al tacto desde la cintura a los pies, mientras que los otros dos solo poseían una limitada capacidad sensorial.