El futuro del planeta pasa por el agua «reciclada», y por una gestión sostenible que ineludiblemente conlleva considerar como un recurso las aguas residuales, dándoles un segundo uso. En esos términos se explicaba ayer Enrique Gimeno, presidente del grupo Gimeno y de Facsa, que lleva 145 años dedicada al ciclo integral del agua.

Gimeno incidía en que el gran reto en estos momentos «es contribuir a la economía circular con la reutilización». En ese avance hacia la regeneración del elemento hídrico ya tratado para uso agrícola trabaja Facsa, con la investigación e innovación de proyectos como el Remeb, un biorreactor de membranas cerámicas para depurar.

El foro «Agua y Futuro, Reutilización y economía circular en la gestión del agua» abordó ayer la situación actual de la Comunitat Valenciana, con los desafíos y barreras que plantea el saneamiento, especialmente con la nueva normativa en la que está trabajando la Unión Europea que busca introducir restricciones que chocan con las necesidades de países como España.

Enrique Cabrera Rochera, catedrático de Fluidos de la Universitat Politècnica de València y vicepresidente de la International Water Association (IWA), explicaba la progresión de crecimiento poblacional en el mundo, con cifras que rondarán los 11.000 millones de personas en el año 2100.

Una evolución que rompe las previsiones de la Organización de Naciones Unidas, cuyo objetivo de desarrollo sostenible «pasa siempre por garantizar agua limpia y saneamiento para todo el mundo». «Mejorar su calidad y la reutilización segura está entre las directrices para luchar contra el Cambio Climático, y si no se cumple con la que afecta al agua, es imposible alcanzar el resto», enfatizaba Cabrera.

Advertía, también, de que un 80 % de las aguas residuales del planeta son vertidas sin tratamiento. «Estamos hablando de un potencial tremendo», señalaba el investigador.

Cabrera apuntaba a que en los próximos quince años «se construirán más plantas de tratamiento de agua que en toda la historia de la humanidad», para señalar a España «como ejemplo de reutilización de aguas». Así, mostraba algunos casos domésticos de aprovechamiento del agua de lluvia en puntos donde escasea, o donde las lluvias son muy irregulares. Los aljibes de toda la vida - apuntaban entre el público-, pero con tecnología moderna. «Hablamos de un problema global y en España el cambio climático va a tener un impacto notable», subrayaba.

El agua depurada, hoy en día, se inyecta en los acuíferos con controles de calidad para que esté libre de contaminación, y evitar la salinización de los pozos. La aceptación del agua residual tratada para usos como el agrícola es el principal desafío al que se enfrentan las diferentes Administraciones.

«Es un tema de concienciación, porque el agua reciclada es el futuro para el planeta», apuntaba Cabrera, que reconocía que en València solo se recupera un 34 % para nuevos destinos. «En resumen, la reutilización va a ser una necesidad, sí o sí», explicaba.

«La tecnología lo permitirá para consumo sin riesgo. No es un desecho, es agua sin más», reiteraba. Y ponía como ejemplo una ciudad india, Chennai (la antigua Madrás), con ocho millones de habitantes, donde se está tratando un 70 % de agua y reutilizando un 49 %. «Hablamos de la India, no de Europa, pero allí es necesidad», relataba.

Impulso a las depuradoras

Enrique Lapuente, gerente de la Entidad Pública de Saneamiento de Aguas (Epsar), echaba la vista atrás para recordar el grave problema de contaminación de los ríos y el mar en toda la Comunitat Valenciana, y cómo la Ley de Saneamiento de 1992 dio un impulso decidido a las estaciones depuradoras, con 483 diseminadas por todo el territorio valenciano.

De ellas, explicó que doce no están cumpliendo con la normativa de aguas de la UE, aunque se está invirtiendo en subsanar esas deficiencias. Lapuente admitió que de los 455 hectómetros cúbicos que generan esas plantas, la mitad son vertidos al mar. «Se podría reutilizar algo más, porque Murcia ya lo está haciendo y solo lanza 6 hectómetros cúbicos», señalaba.

Por tanto, unos 200 hectómetros cúbicos deberían tener un destino que podría ser el riego de cultivos. Una propuesta que ya sopesan tanto el Consell como la Confederación Hidrográfica del Júcar, como avanzó Levante-EMV en su edición del lunes 26 de noviembre.

Lapuente desgranó en el acto de ayer que uno de los problemas al que se enfrentan es la salinización con la que muchas aguas llegan a las plantas depuradoras, y que achacó a la proximidad de la red de alcantarillado con la línea del litoral y por las fugas.

Lapuente, además, como ya hizo en una sesión parlamentaria en las Corts, avanzaba en la posibilidad de crear un servicio que gestione la reutilización. «Un grupo de profesionales debería dedicarse a esto», lanzaba.

Sin embargo, el verdadero problema para la reutilización se plantea en el precio de esa agua, en los costes que pueda comportar, aspecto en el que todos coincidieron.

También confluyeron en las críticas de todos los participantes hacia los países del Norte, que no sufren el estrés hídrico de la zona mediterránea y tratan de imponer unas normas alejadas del día a día de los países del Sur. Lapuente colocaba como muestra gráfica que ahora se les obliga a quitar el fósforo y el nitrógeno, algo que tiene costes y va en contra de la economía circular, porque encarece y luego el agricultor tiene que reponerlos al utilizarlos como abonos. «No lo entiendo», lamentaba Lapuente.

«Esa normativa es una amenaza». Con esa rotundidad se expresaba Manuel Alcalde, presidente de la Confederación Hidrográfica del Júcar, quien aseveraba que en la Comunitat Valenciana «hay voluntad de introducir agua residual en la agricultura». Alcalde coincidía con sus compañeros de foro en el problema de la salinización del agua y en los costes.

«¿Quién pagará la fiesta?», fue una de las frases de la mañana, al coincidir en que los usuarios no parecen dispuestos a asumir tasas por agua reciclada. Alcalde razonaba que en la actualidad «el agua superficial tiene un precio muy bajo y el del agua subterránea tampoco es excesivo». Otra cosa será cuando en el futuro no haya más opciones. En cualquier caso, asumía que la agricultura valenciana «no puede asumir estos costes sin apoyo económico institucional.

Fernando Morcillo, presidente de la Asociación Española de Abastecimiento de Agua y Saneamiento (AEAS), no perdía la oportunidad para reclamar una mayor inversión en la mejora de infraestructuras, e ironizaba sobre un sistema de alcantarillado «de los romanos».

«Hay que repensar una colaboración público-privada, porque el agua es vida, pero también cultura, tradición, tecnología e innovación, y es futuro», argumentaba. «La normativa de la UE nos pone muchas trabas con el tema de los fangos, que nosotros aprovechamos para hacer biogás y producimos energía», criticaba.

A la pregunta de un asistente del público sobre que los valencianos son los que más agua consumen de España, Cabrera sin obviar la parte de responsabilidad individual y colectiva, ponía el dedo en la llaga en las fugas en la red. «Hay que reducir las pérdidas, es algo que deberíamos tratar de mejorar», espetaba. Alcalde (CHJ) coincidía en que hay «mucho margen de maniobra». «Algunas localidades tienen fugas del 70%, y eso es algo inaceptable», concluía.

Claramonte pide un pacto por el agua ajeno a las guerras políticas y «viable»

José Claramonte, director general de Facsa, apuntaba ayer que el agua residual ya tratada es un sector innato de la economía circular. «El agua no tiene precio, lo tiene su tratamiento y distribución», señalaba, para remarcar que la barrera económica no puede ser un obstáculo en el reto de la reutilización.

De ahí que abogara por buscar «un punto de equilibrio» entre las empresas y la Administración para encontrar soluciones. Para Claramonte, la aceptación del consumidor es la asignatura en la que trabajar, recordando que se sigue comprando agua embotellada sin consumir la del grifo.

Además, realizaba una encendida defensa de la búsqueda de la eficiencia. «Ese es el camino», manifestaba. No perdió la ocasión Claramonte para reclamar «una despolitización del tema del agua». «No hay un pacto entre los partidos», recriminaba, para pedir «un único criterio» a la hora de «desarrollar planificaciones y recursos, independientemente del color político».

«Necesitamos un pacto que tenga viabilidad», insistía, para razonar: «Una sociedad sin agua no se desarrolla». Entre las reivindicaciones, «recabar financiación para las infraestructuras y tener valentía para asignar recursos».